Cuando Eustace Weaver inventó su máquina del tiempo comprendió que tendría el mundo en sus manos, mientras mantuviera su invento en secreto. Para hacerse rico, todo lo que debía hacer era realizar cortos viajes al futuro para enterarse de los caballos que iban a ganar y de los productos que iban a subir, volver y apostar a los caballos o comprar los productos.
Los caballos sería lo primero, porque requerían menos capital, pero ni siquiera tenía dos dólares para hacer una apuesta, y mucho menos el importe del billete de avión hasta la pista más cercana donde corrían los caballos.
Pensó en la caja fuerte del supermercado donde trabajaba como empleado de almacén. Esa caja debía de contener unos mil dólares como mínimo, y tenía una cerradura de tiempo. Una cerradura de tiempo sería un juego de niños para una máquina del tiempo.
Así que, cuando aquel día se fue a trabajar, llevó consigo la máquina del tiempo en el estuche de una cámara fotográfica y la dejó en su armarito. Cuando cerraron, a las nueve, se escondió en el almacén y esperó una hora hasta asegurarse de que todo el mundo se había ido. Entonces extrajo la máquina del tiempo del armarito, y se dirigió con ella hacía la caja fuerte.
Reguló la máquina para once horas después, y entonces se le ocurrió algo en lo que aún no había pensado. Esa regulación le transportaría a las nueve de la mañana siguiente. La caja fuerte se abriría por sí sola, pero el supermercado estaría abriendo sus puertas y habría gente por todas partes. Así que reguló la máquina para veinticuatro horas después, asió el tirador de la caja fuerte y apretó el botón de la máquina del tiempo.
Al principio creyó que nada había sucedido. Después vio que el tirador de la caja fuerte giraba cuando él lo movía y comprendió que había dado el salto hasta la noche del día siguiente. Y, naturalmente, el mecanismo de tiempo de la caja fuerte se había abierto en el camino. Abrió la puerta y cogió todo el dinero en efectivo que había dentro, metiéndoselo en diversos bolsillos.
Se dirigió hacia la puerta del callejón para marcharse, pero antes de levantar el pestillo que la cerraba desde dentro, tuvo una brillante idea. Si en vez de marcharse por una puerta, se marchaba utilizando la máquina del tiempo, no sólo acrecentaría el misterio al dejar el local herméticamente cerrado, sino que retrocedería en tiempo y lugar hasta el momento en que terminó la máquina, un día y medio antes del robo.
Y, cuando el robo tuviese lugar, él dispondría de una coartada perfecta; estaría en un hotel de Florida o California, en posesión de más de mil, dólares. No había pensado en su máquina del tiempo como una productora de coartadas, pero entonces se dio cuenta de que era perfecta para esa finalidad.
Hizo girar la esfera hasta el cero y apretó el botón.