La lagartija y la tortuga
Viendo a su hermana salir corriendo del colegio, Vainilla se había alarmado muchísimo. No sabía por qué Pervinca se marchaba, pero estaba segura de algo: no bajaría al refugio sin ella. Por eso había dicho a Flox que se adelantara, ya que quería ir en busca de su hermana.
Por su parte, Flox no iba a bajar nunca a la cueva sin Vainilla, así que las dos amigas decidieron que se escaparían juntas.
Sin embargo, lo último que esperaban era ver lo que se presentó ante sus ojos nada más salir del colegio: monstruos horribles y gigantescos marchaban por las calles del pueblo en llamas, mientras hombres y mujeres huían llevándose todo lo que podían.
En aquella barahúnda, con el enemigo a las puertas, nadie había advertido a los niños de que los magos de la Oscuridad se habían transformado en monstruos. Por eso, Flox y Vainilla pensaron que el Enemigo había entrado en Fairy Oak y que era inminente el final de todo.
Poco faltó para que se desmayaran. El terror fue tal que Flox reaccionó transformándose en una lagartija antes incluso de haberlo decidido. ¿Y Vainilla?
Vainilla se desesperó. Con lo asustada que estaba, no lograba transformarse en nada. Se dirigió a su amiga…
—Ayúdame, Flox, te lo ruego. No sé hacer encantamientos cuando estoy nerviosa.
La lagartija, que no se lo esperaba, dijo unas palabras incomprensibles y Babú cambió de aspecto.
—¿Qué soy? —preguntó—. Me cuesta mover la cabeza.
—¡Una tortuga! —contestó la lagartija.
—¡Oh, Flox! ¿Cómo busco ahora a mis padres y a Pervinca con un cuerpo tan lento y pesado? ¿Cómo puedo huir?
—Perdona, yo tampoco tengo demasiada práctica. Pero por lo menos tienes un escudo que te protege.
—Muchas gracias. ¿Dónde vas?
—¡Huyo! Mira a tu alrededor, Babú, ¿qué otra cosa se puede hacer?
—Quiero encontrar a mi familia, no puedo huir sola.
—Los monstruos te aplastarán, Vainilla, no puedes atravesar el pueblo. Vámonos, volveremos cuando todo haya acabado.
—¿Acabado?
—Quiero decir… cuando haya acabado bien. Por favor, metámonos en los canales que salen de la muralla y pongámonos a salvo.
La lagartija y la tortuga bordearon los muros del colegio y enseguida desaparecieron dentro de uno de los canales que desaguaban el agua de lluvia fuera del pueblo.
En silencio, caminaron hacia la luz acompañadas por el eco de sus pasos y los gritos de los enemigos, que cada vez se escuchaban más cerca.
Ya en la parte opuesta de la muralla, se encontraron en un bosque de garras enormes que corrían y pateaban, y de casualidad nadie las espachurró.
—¡Debajo de aquel pedrusco, rápido! —dijo Flox.
Aunque no fue una empresa fácil, consiguieron llegar al gran pedrusco y se refugiaron debajo.
—Esto es peor que todas las pesadillas que haya tenido jamás —jadeó la tortuga.
—Y tanto —respondió la lagartija con la lengua fuera.
Mientras esperaban recuperar el aliento, se volvieron a mirar el pueblo.
—¿No te parece un poco raro lo que está ocurriendo? —preguntó Flox.
—¿Sólo un poco?
—No, en serio: los monstruos que están dentro del pueblo luchan para que los de fuera no entren. No lo entiendo…
—¡AH! —gritó repentinamente Vainilla—. ¡He visto a mi tía!
—¿Dónde? ¿Dónde?
—¡Allí, cerca de aquel monstruo enorme! ¡En la muralla!
—Eh…, es verdad. Pero no parece asustada, es más… ¡están luchando juntos!
—Oh, no —se lamentó Flox.
—¿Qué?
—¡No, no, no!
—¿Por qué dices no, no, no?
—¡Nos hemos equivocado!
—¿En qué?
—En cuanto a los monstruos que hemos visto en el pueblo: no eran enemigos.
—¿No?
—No, eran nuestros Mágicos de la Oscuridad transformados en monstruos. ¡Qué estúpidas! ¡Apostaría a que entre ellos estaba también mi tía Hortensia!
—Bueno, pero es una gran noticia. ¡Venga, entonces volvamos dentro!
—¡¿Pasar de nuevo por ahí?! Estás loca —dijo Flox.
—¿Y entonces qué hacemos?
—Quedémonos aquí.
—No, no podemos quedarnos, este lugar no es nada seguro —protesto Vainilla—. Pronto esta roca será derribada también. Si no quieres volver a Fairy Oak, iremos al bosque.
—Me parece una idea definitivamente mejor —respondió la lagartija—. ¿Lista para salir corriendo?
—Soy una tortuga, Flox, ¡las tortugas nunca están listas para salir corriendo!
—Entonces, iremos despacito.
Dicho esto, las dos amigas se encaminaron hacia el bosque. Arrastrándose y andando como podían, superaron los desniveles y las plantas que se iba encontrando Pervinca. De repente, un ratón de campo salió a su encuentro:
—¿Qué hacéis vosotras aquí? —preguntó.
Vainilla y Flox se miraron sorprendidas.
—¿Nos conoces?
—¿Cómo sabes que no somos una tortuga y una lagartija?
Antes de responder, el ratón hizo ademán de que lo siguieran hasta la mitad de las hierbas altas.
—Primero, las lagartijas tienen la lengua bífida… —comenzó.
—¿Es decir? —preguntó Flox.
—Escindida, doble, como las serpientes.
—¡Uy! —exclamó la lagartija.
—… Segundo, ¡las tortugas-tortugas no tienen lunares rosas!
Las patas de Vainilla flojearon de la sorpresa:
—¿¿Tengo lunares?? ¡FLOX!
—Shhh, ¿quieres atraer la atención de todos? —le susurró la amiga—. ¿Qué va a saber un ratón con los colores y adornos de moda?
—Y yo que creía que estaba perfectamente mimetizada con el terreno.
—Tercero, os habéis transformado en dos animales que nunca andarían por ahí en esta época.
—Bueno, en esto tienes razón —dijo Flox.
—Vale, sabes un montón de cosas, pero todavía no nos has dicho quién eres y por qué entendemos lo que dices.
El ratón les hizo de nuevo una señal para que lo siguieran.
—¿Realmente este flequillo rubio que se me ha quedado no os dice nada? —preguntó acercándose a un charco de agua.
—No conozco ratones con flequillo rubio —dijo la lagartija.
En la tortuga, en cambio, se hizo la luz:
—¿Grisam?
—Sí, soy yo.
—¿Qué haces aquí afuera?
—Seguí a Pervinca, luego llegó el enemigo y me transformé.
Grisam tomó un poco de barro del charco y lo extendió por el caparazón de la tortuga.
—¿Sabes si Pervinca salió del pueblo? —preguntó Vainilla.
—Sí, dijo que quería ir a buscar el bastón-espada y se escapó antes de que cerraran las puertas. Si ha logrado que el Enemigo no la atrape, habrá llegado hasta el bosque: el bastón está escondido allí y, en todo caso, es el mejor lugar para refugiarse.
—¡Vayamos enseguida! —exclamo Babú.
—Es lo que estaba haciendo cuando os he visto llegar. Caminemos por la hierba alta, incluso con el barro eres bastante visible, Vainilla.