La fuga de Vi

La mañana siguiente, Vainilla salió de la habitación mucho antes que nosotras.

—¿Dónde está Babú? —preguntó su hermana entrando en la cocina a desayunar.

—En el estudio con papá, creo —contestó Dalia—. Quería convencerle de que le preste los gemelos.

—¿Para qué?

—Ha dicho que quiere observar cómo andan las personas cuando piensan que nadie las ve, o algo así.

—Ah, entiendo, es para la lección de magia «¡Reconoce y distingue!». Tenemos que aprender a distinguir a un Mágico de un Sinmagia: Vainilla tiene que hacerlo observando a las personas desde fuera y yo desde dentro.

—¿Cómo? ¿Abriéndolas?

—No —rio Pervinca—, por su carácter.

—¿Y cómo piensas hacerlo?

—No lo sé todavía, haciéndoles preguntas, supongo… Ah, aquí está Babú. ¡Has conseguido que te deje los gemelos!

—Sí —dijo Vainilla orgullosa—, con la sagrada promesa de no dejárselos a nadie y tenerlos siempre al cuello cuando estén fuera de la funda.

—¿Y si los rompes?

—¡Menudo derroche de optimismo el tuyo! No los voy a romper. ¿Vamos?

FOsep

Ocurrió cuando estaban en el colegio.

Mientras Vainilla charlaba con Flox, Grisam se acercó a Vi.

—He descubierto dónde está enterrado el bastón-espada —le dijo al oído.

—Oh, gracias, Gri —dijo ella—, pero tía Tomelilla me ha dicho que sólo es una invención de Roble.

—Lo sé, tío Duff me lo ha contado todo —replicó Grisam—. Él y Tomelilla excavaron en el lugar que les indicó Roble y no encontraron nada. Pero mi tío nunca se dio por vencido y en estos años ha estudiado mejor el lugar y ahora cree que ha identificado el sitio preciso.

—¿Ah, sí? ¿Y te lo ha revelado?

—No exactamente. Ayer por la tarde, aprovechando que estaba fuera con tu padre y los de la ronda, entré en su estudio y encontré esto.

—¡Es un mapa!

—Exacto. ¿Y ves esta crucecita? Marca el punto donde podemos encontrar el bastón.

—¡UAU! ¡Eres un genio, señor Grisam! ¿Vamos?

—¿¿Ahora??

—¡No, después de clase! —lo tranquilizó Pervinca.

—Pero, dime, ¿estás loca? ¿Sabes lo que hay ahí fuera? Iremos a buscar el bastón cuando todo haya acabado, no después de clase.

—¡Pero eso podría ser dentro de siglos! —protestó Perica—. No puedo esperar tanto. Si tú no quieres venir, pues muy bien, ¡iré de todas formas!

—¿Y adónde? Este mapa es mío y no voy a dejárselo a una desconsiderada como tú.

—No lo necesito, ya he visto dónde se encuentra.

—Sí, quizá aproximadamente. Pero tendrás que excavar bastante antes de encontrarlo, ¡para entonces el Enemigo ya te habrá raptado!

—Entonces, ¡dame el mapa!

—No.

—¡Dámelo!

FOsep

Estaba a punto de intervenir cuando la ronda de día lanzó la alarma. Los niños invadieron los pasillos y Pervinca aprovechó el momento: en la confusión, arrancó el mapa de las manos de Grisam y huyó. Grisam corrió detrás de ella y yo estaba segura de que la alcanzaría y detendría: era un chico fuerte, atlético y mayor que Vi. Además, contaba con el sentido común de Pervinca. «No saldrá del pueblo», me dije. «Es impulsiva, pero no hasta ese punto».

En cualquier caso, y ante la duda, volé a avisar a Vainilla de que iba a ausentarme un momento y le rogué que se quedara con los maestros y con los demás niños.

Pero al volverme para seguir a Pervinca, vi a Grisam regresar corriendo.

—¡La he perdido! —exclamó jadeante.

—¿Cómo que la has perdido?

—Hay un gran jaleo ahí fuera. Todos corren de un lado para otro, no sé qué está pasando. Vuela a avisar a mi tío y a Tomelilla, Felí. ¡Ve!

—¡Voy! Tú no te separes de Vainilla.

Grisam tenía razón: todo el pueblo estaba patas arriba. Algunos corrían, otros gritaban, otros clavaban tablones en las ventanas, otros cargaban mulos con sus enseres, otros —y eran muchos— despotricaban contra los Mágicos.

—¿Qué ocurre? —pregunté a un hada que volaba hacia la escuela.

—¡Están llegando, Felí! ¡Los ejércitos se lanzan contra Fairy Oak! ¡Pon a salvo a tus niñas! —gritó mientras huía.

—¿Los ejércitos?

Me elevé para ver más allá de las casas del pueblo y de la muralla, y me quedé sin habla.

¡Fairy Oak estaba rodeado!

FOsep

Por el sur, el este y el oeste, por todas partes a donde mirara, los ejércitos negros avanzaban hacia el pueblo. Una riada compacta e interminable de seres horribles: lobos tan grandes como caballos, ratas que parecían lobos, insectos gigantescos y famélicos… miles y miles de ellos bajaban de las montañas e invadían el valle aullando, rechillando, gritando.

Me quedé de piedra. Miraba aquel espectáculo aterrador con la boca abierta y las antenas flojas, incapaz de apartar la mirada. Entonces…

—¡QUE CIERREN LAS PUERTAS! —ordenó el alcalde en ese momento. Mágicos y Sinmagia se apresuraron a atrancar las puertas de entrada al pueblo.

«Si ha salido, ya no podrá entrar», pensé. «Tengo que advertir a Tomelilla, pero primero debo poner a salvo a Vainilla».

FOsep

Cuando volví al colegio, los niños estaban todavía bajando hacia la cueva.

—¿Habéis visto a Vainilla Periwinkle? —pregunté zigzagueando entre las filas a lo largo del pasillo—. ¿Quién ha visto a Vainilla Periwinkle? Estoy buscando a la gemela de Pervinca, ¿la habéis visto? ¿Y a Grisam Burdock? ¿A Flox Polimón? Profesor Otis, ¿sabe dónde está Vainilla?

—Hace un momento estaba aquí.

—¿Quién ha visto a mi Vainilla? —seguí preguntando cada vez más nerviosa—. Pic, ayúdame, por favor, no consigo encontrar a Babú. Talosén, ¿tú la has visto? ¿Y tú, Lolaflor? A lo mejor habéis visto a Flox o a Grisam…, estaban juntos.

—No, lo siento, Felí, no las hemos visto. Tal vez ya hayan bajado.

—Me parece raro, sus compañeros están todavía aquí.

—Con mucho gusto te ayudaríamos a buscarlas, Felí, pero en momentos como estos debemos quedarnos con nuestros niños —se disculpó Talosén.

—Lo sé, no os preocupéis. Si al menos lograra encontrar a Devién…

—¡Yo la he visto! —exclamó una voz desde la mitad de la fila.

—¿Quién ha hablado? —pregunté volando un poco más alto para ver mejor.

—¡Yo! —contestó Scarlet Pimpernel alzando la mano. El entusiasmo que me había inundado en el instante en que había oído decir «yo» desapareció de forma fulgurante: ¿acaso alguna vez aquella niña había dicho la verdad?

—¿Tú… has visto a Devién?

—¡No, he visto a Vainilla! Le he oído decir que quería ir a casa y luego la he visto salir.

—¿Estás segura, Scarlet? ¿Absolutamente segura? —pregunté mirándola a los ojos.

—¡Claro!

—¿Y Flox estaba con ella?

—Oh, no, Flox ya ha bajado a la cueva. ¡Vainilla estaba sola!