El Infinito Poder
Duff Burdock era siempre bienvenido en nuestra familia. Además de ser un amigo de la infancia de Tomelilla, era una magnífica persona. Cícero siempre era feliz teniéndolo como invitado, un poco porque le tenía cariño y un poco porque, al menos durante unas horas, dejaba de ser el único hombre en una casa de mujeres.
—¿Qué bebes, amigo mío? —le preguntó mientras esperaban, sentados ante la chimenea, a que el soufflé de Tomelilla decidiera inflarse.
—Lo que quieras, Cícero, con tal de que sea bueno y sincero.
—¿Has estado hoy en el puerto?
—Vengo de allí ahora. Ayer por la noche, durante la ronda, Meum, Oliver y McMike vieron unas sombras saltar el muro y huir hacia los Bosques Altos. Quería tener alguna noticia más precisa.
—¡Mal asunto! ¡Mal asunto! —comentó Tomelilla entrando en la sala—. La cena está lista.
Ya en la mesa, Pervinca no levantó los ojos del plato ni una sola vez. Seguía la conversación con mucha atención, decidida a intervenir en el caso de que Duff hiciera alguna alusión a su encuentro con Grisam.
—¿El alcalde ha fijado la fecha de la Asamblea? —preguntó Tomelilla.
—No, todavía no —respondió Duff.
—¡Ese hombre es un inconsciente! —exclamó la bruja montando en cólera—. El Enemigo se está organizando, ¿es que queremos darle tiempo para que luego nos destruya?
—Tomelilla, las niñas —susurró Dalia.
—Oh, es mejor que lo sepan y que estén preparadas. Hasta ahora, los ataques del Terrible 21 han servido para asustarnos. Pero ahora está formando a sus ejércitos, ¡pronto estaremos bajo asedio! Tenemos que prepararnos y reaccionar como uno solo, antes de que sea demasiado tarde.
—Ay, mamita mía —comentó Dalia con un hilillo de voz.
—Creo que sería útil que nosotros dos hiciéramos una visita al alcalde, Tomelilla —sugirió Duff.
—Sí, y quizá haríamos bien llevándole el Libro Antiguo —añadió ella—. A lo mejor repasando la historia se vuelve un poco más avispado.
La cena prosiguió sin que nadie mencionara a los niños y a aquella tarde. Cuando Duff tomó la mano de Dalia para darle las gracias, Pervinca soltó un suspiro de alivio.
Pero le duró poco:
—Te acompaño —dijo Tomelilla.
Vaya, ahora sí que estaba en dificultades. Pervinca me miró con cara de desesperación. Alcé los hombros y abrí los brazos: ¿qué podía hacer yo?, ¿gritar «¡fuego!»?
Subimos a la habitación, yo volando y Vi arrastrando los pies.
—¿Qué te pasa? —le preguntó Vainilla.
—Nada —contestó abatida.
—No es cierto, te ocurre algo. ¿Echas de menos a Grisam?
Pervinca la miró y después me miró a mí también, y a las dos se nos escapó la risa.
—Eres increíble, Babú —dijo abrazando a su hermana—. ¿Cómo puede una no quererte?
—¿Por qué, qué he dicho?
—Nada, cruza los dedos y ven aquí, leamos un poco el Libro Antiguo.
Tomelilla se echó la capa:
—¿A dónde vas? —le preguntó Duff.
—Salgo contigo un momento, tengo que hablarte de una cosa —contestó cerrando la puerta tras de sí.
—¿Cómo están las niñas? —preguntó Duff—. ¿Ya se han recuperado?
—Sí, pero faltó poco, entiéndelo, muy poco. Estoy preocupada, Duff. Diez ataques en cinco meses, y seis de ellos dirigidos contra las gemelas. ¿Por qué? ¿Es una casualidad? No lo creo, amigo mío. Lo que sucedió el domingo no puede ser una casualidad más. ¡Él las estaba esperando!
—¿Por qué crees que las gemelas puedan ser su blanco? ¡Sólo son dos niñas! —preguntó Duff.
—Quizá esté loca, pero escucha hasta el final lo que quiero decirte y, para empezar, responde a esta pregunta: ¿desde cuándo el Infinito Poder vive dividido en dos?
—Milenios, creo, un año más o un año menos…
—Milenios, exacto. Y desde hace milenios el Pueblo de la Magia sobrevive dividido en Mágicos de la Oscuridad y Mágicos de la Luz, ¿no?
—Justo.
—Ahora dime, Duff: ¿conoces una sola familia, una sola, en la que hayan nacido hermanos con poderes distintos? Piensa también en nuestra historia…
—No, me parece que no.
—¡Te parece que no porque nunca ha sucedido! Los hermanos heredan los poderes de una sola tía, por eso los descendientes de una misma familia sólo pueden heredar el mismo poder.
—Nunca lo había pensado —respondió Duff.
—Y de repente —continuó Tomelilla—, he aquí que nacen dos criaturas idénticas, dos niñas que la vida une desde el primer instante, que se comunican sin hablarse, que sienten las mismas cosas, que tienen los mismos sueños, siempre en el mismo momento, como…
—Como si fueran una sola persona —se adelantó Duff.
—¡Inseparables! Sin embargo, una posee el poder de la Luz y la otra el de la Oscuridad. ¿Por qué?
—Una pregunta verdaderamente interesante —respondió Duff acariciándose la barba, que ya le estaba creciendo—. Déjame pensar un momento… Si Vainilla y Pervinca fuesen de verdad una sola persona, ¡los dos poderes volverían a ser uno!
—¡Y es como si lo fueran, Duff! Mientras estén juntas, ¡las gemelas son como una sola persona!
—El Infinito Poder… ¡en manos de dos niñas! —Duff se había quedado de piedra.
—¿Ahora entiendes por qué quiere atacarlas? Babú y Vi representan lo que él combate desde siempre: ¡el equilibrio!
—Pero para que la Oscuridad domine sobre la Luz, como Él desea, los dos poderes deben estar separados.
—Exactamente, ¡Él quiere separarlas!
—¿Crees que tratará de raptar a Pervinca, que querrá plegarla a su voluntad?
—No le bastará con eso. Cuando digo que, mientras estén juntas, las gemelas son como una sola persona, no quiero decir «físicamente» juntas, Duff.
—Creo que empiezo a entenderlo: una debería traicionar a la otra, es eso lo que quieres decir, ¿no?… ¿Quién, Vi?
—Podría ser —dijo Tomelilla—. No sería la primera vez que un hermano le da la espalda al otro…
—Si te refieres a Roseto, no tenía nada en común con su hermana, ¡y mucho menos con Pervinca!
—Es verdad, y de hecho el amor que las gemelas sienten la una por la otra cuenta para mí muchísimo. Sobre todo, cuento con Vainilla: ella es la única que podría impedir que Pervinca cayera presa del encanto de la Oscuridad.
—¿Por eso les has dado el Libro Antiguo? —preguntó Duff—. ¿Para que conozcan el origen de sus poderes?
—Se lo he prestado a Pervinca. ¿Y tú cómo lo sabes?
—Creo que me lo ha dicho Grisam.
—¿Y Grisam, cómo lo sabe?
—Se lo habrá dicho Pervinca esta tarde.
—Esta tarde Pervinca estaba en clase de magia —le informó Tomelilla—. Salió sólo un momento para… —se interrumpió—. Buenas noches, Duff. Te he tenido aquí fuera hablando y estarás helado. Pero piensa en lo que te he dicho. Necesito que estés a mi lado en esta batalla.
—¡Ahí estaré, Lila de los Senderos, como siempre! —contestó él abriendo la cancela.
Poco después, la bruja entró en casa cerrando la puerta muy despacio.