Vainilla herida

Por suerte, ahí estaba el Libro Antiguo para hacernos olvidar los malos recuerdos.

Habían pasado dos días desde el asalto. El mago médico había prescrito a Vainilla unos días de reposo, así que estábamos tumbadas las tres en su cama, leyendo y dibujando. El susto había sido tan grande que no teníamos ningunas ganas de salir. ¡Incluso de la habitación! Para consolarnos, mamá Dalia nos traía bandejas llenas de exquisiteces: chocolate caliente, tarta de miel, guirlache, galletas y requesón, pan y mermelada de castañas… Por su parte, Cícero seguía de cerca el estado de la pierna de Babú:

—¿Te duele aquí? ¿Y aquí? ¿Puedes hacer así?…

—No deberíais mimarlas tanto —había oído decir a Tomelilla—. En el fondo, ¡han desobedecido las normas!

—Sólo Vainilla, y por ir detrás de su sombrero —nos había defendido Dalia—. Ya sabes cómo es Babú, ¡no soporta perder nada!

—Tendrían que haber pedido ayuda en vez de correr fuera de la muralla.

—¡Pervinca lo hizo! ¿Acaso no pidió ayuda al Capitán Talbooth? ¿Y no vino él a llamarte a ti? En cuanto a Felí, cumplió con su deber, pobre hadita. ¿Por qué estás enfadada con ella?

—¿Quién ha dicho que esté enfadada con Felí? Sólo digo que si cada vez que se meten en problemas, las vais a consolar así, adiós muy buenas, nunca aprenderán. Además, no creáis que no he pasado miedo. No hago más que pensarlo: la manada, esas voces que todavía se oyen y que vienen de los bosques… Ah, ¡cómo me gustaría que todo hubiera acabado! —Y tras decir esto, Tomelilla bajó a la Habitación de los Hechizos y allí se quedó hasta bien entrada la noche. Desde que habíamos vuelto a casa, no me había llamado para la Hora del Cuento. Disgustadínfelizdemí, ¡qué mal me sentía!

FOsep

—¿Habéis notado que Mentaflorida y su madre tienen el mismo apellido que nuestra madre y tía Tomelilla? —comentó Pervinca.

—Sí. Y tú, ¿has notado que Mentaflorida tiene un lunar color violeta en la tripa, precisamente como el tuyo? —respondió Vainilla.

—Y qué creéis, ¿qué Mentaflorida es una antepasada nuestra? —preguntó Vi.

—Yo creo que sí —dijo Babú—. Fíjate también en nuestra nariz… De patata, ¿no?

—Pero en el carácter, Mentaflorida me recuerda un poco a Shirley.

—Tienes razón, y un poco también a Flox. Y Duffus me recuerda a Grisam…

—Bueno, puesto que tienen el mismo apellido, Duffus debió de ser pariente suyo.

Alguien llamó a la puerta de casa. Dalia abrió, después cerró y subió la escalera de nuestra habitación:

—Han llegado los deberes, queridas mías —anunció al entrar.

—No podemos hacerlos —dijo Vainilla—. Estamos adoloridas y muy asustadas todavía.

—Venga, venga —dijo Dalia—, ya es hora de que volváis al trabajo. Dentro de un par de días regresaréis al colegio y no podéis ir retrasadas.

—¿Quién los ha traído? —pregunté.

—El hada Devién, y me ha dicho que te salude. Hala, que se os dé bien.

Pervinca dividió los deberes entre su hermana y ella:

—¡Cuántos! —descubrió desolada.

—¡Eh!, ¡aquí hay una notita! —exclamó Vainilla—. ¡Es de Flox! Dice que esta tarde vendrá a dar clase de magia con nosotras. ¡Aquí!

—No sabía que hubiera clase de magia esta tarde —dije.

—Os manda saludos y dice que en el colegio no se habla de otra cosa que del asalto y… ¡de nosotras! ¡Uau!

De repente vi a Pervinca sonriendo al abrir otra notita.

—¿Y esa? —pregunté—. ¿También es de Flox?

—No —respondió Pervinca volviendo a doblarla.

—Ah, entonces es de Grisam —dijo Vainilla con una vocecita estúpida—. ¿Qué cuenta?

—Cosas mías.

—Claro. Pero al menos podrías decirnos si él también va a venir a la clase de esta tarde.

—No, no creo. Sus padres prefieren que estudie magia en su casa con su tío Duff.

—¿Sobré qué creéis que será la clase de hoy?

—No lo sé —dijo Pervinca—. ¡Pero imagino de qué irá el rapapolvo de tía Tomelilla!