El 12 de febrero de 1992 en Moca, Puerto Rico, Felipe Carrasco halla a sus gallináceos rígidos en el corral. Al tomarles el pulso en el pescuezo confirma lo evidente. En el mismo acto descubre dos agujeros de cinco milímetros de espesor en cada uno de los cogotes de las gallinas y el gallo. Ese mismo día, un vecino de Carrasco descubre que su gato Higinio Luz también ha muerto en la madrugada sin haber alertado a su amo de ninguna invasión a la propiedad como generalmente lo hacía. Higinio Luz, al igual que las gallinas y el gallo de Carrasco, presenta agujeros en el cuello. A las 18:34 un prestigioso veterinario de Moca reconoce que la causa del deceso de los animales fue desangramiento.
A poco de amanecer, el viernes 6 de marzo del mismo año, y también en Moca, una patrullera descubre vacunos muertos cerrando la ruta. Al acercarse a inspeccionarlos, los oficiales de turno se percatan de que los animales presentan características similares a las de las aves de corral de Carrasco y a la mascota de su vecino, el felino conocido como Luz. Inmediatamente llaman por radio al zoólogo Edwin Vázquez, quien confirma el deceso por vaciado de sangre a través de los orificios en el pescuezo, algunos presentan una sola perforación y otros dos. También tienen traumas en el cuerpo e infecciones bacterianas. A raíz de este acontecimiento, tanto los vecinos como los policías y medios de prensa locales se hacen eco de que un posible vampiro ronda la isla.
Cuatro días después del último incidente, cabras, caballos y pájaros son encontrados en el cauce de la quebrada de Cupey. Éstos no sólo presentan señales de extracción de sangre sino que también poseen mínimos cortes hechos con algún instrumento preciso y de filo, como un bisturí o una pezuña larga. A través de esos cortes los animales han sido desprendidos de ciertos órganos, en algunos todavía podían apreciarse pedazos de intestinos colgantes que presumiblemente fueron estirados con fuerza pero arrancados sin precisión. El vampiro cobra relevancia nacional y los pobladores poseedores de ganados vacuno, caprino o equino se ponen en alerta para proteger a los suyos.
Al día siguiente la prensa se encarga de difundir fotografías de las matanzas y alerta a la población de un misterioso depredador al que llaman el Vampiro de Moca. No tarda en dispersarse el rumor que sostiene que posibles miembros de un culto satánico estarían involucrados en la muerte de estos animales. En la siguiente semana la policía realiza algunos allanamientos buscando a los practicantes de satanismo responsables de los hechos, entre ellos ocurre el incidente «Abuelo Pepe», en el que un comando ingresa a una casa donde los vecinos alertaron sobre un supuesto ritual de adoración a Lucifer; sin embargo, una vez adentro descubren que el supuesto ritual no es más que el velatorio al abuelo José «Pepe» Díaz. Luego de este incidente cesa la búsqueda de los miembros del culto satánico en cuestión y la policía se limita a patrullar calles, establos, granjas.
Recién tres meses después los atentados vuelven a ocurrir. Esta vez en Canóvanas aparecen cinco cabras muertas, pero sólo presentan orificios a la altura del cleido occipital. Ningún otro animal ha sido afectado, tampoco ninguno ha hecho ruido ante la presencia del intruso, ni siquiera los perros guardianes han advertido la invasión del depredador. Algunas personas lanzan conjeturas, como que los demás animales habrían sido inmovilizados o hipnotizados por el depredador para que no alertaran de su presencia. El secretario del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), Javier Páez Aroncho, inicia una intensa movilización para buscar pistas que lleven al responsable de los hechos, ya sea animal, humano o alienígena. Los investigadores Edwin Vázquez (zoólogo), Álvaro Álvarez (antropólogo) e Ignacio Teodoro Bécquer (ecólogo) instan a la ciudadanía a unirse a la búsqueda y de ser posible recoger algún tipo de evidencia física del depredador, como pelo, saliva o excremento, con la promesa de que si las pruebas de ADN llegaban a arrojar contundentes resultados que demostraran que el depredador que asechaba la isla no era ningún animal o ser vivo conocido por la ciencia, se otorgaría una generosa recompensa a la persona identificada como la que haya recogido y entregado las evidencias. Específicamente, se lo haría acreedor de la cuantiosa suma de USD 15000. Tanto la prensa escrita, como la radial y televisiva hacen eco de este pedido y difunden como titulares las nuevas matanzas. Esta vez el depredador ya no es sólo de Moca, ni hay certeza de que se tratara de un vampiro. El ufólogo José E. Brown propuso que el asesino quizás no era de este planeta y advirtió que los alienígenas podrían estar experimentando en la isla.
Aunque muchas personas han entregado evidencias físicas a las autoridades, la mayoría pelos y estiércol, éstas pertenecen a animales domésticos (hasta ha habido quienes presentan heces humanas, probablemente alguna broma de estudiantes). En definitiva, ninguno de los elementos hasta ahora han sido provenientes de un animal desconocido por la ciencia o de origen extraterrestre.
Otro tipo de pistas salieron a relucir a finales de 1992 y dos años después, a comienzos de 1994, los pobladores de Orocovis y Corozal denunciaron el avistamiento de ciertas criaturas con características físicas que no coincidían con ningún animal antes visto. Entre las características mencionadas por los testigos oculares, se pueden citar algunas de las más recurrentes: «parecido a gárgola», «bípedo», «un metro de altura», «piel verde y escamosa», «ojos redondos grandes y saltones», «cabeza en forma de huevo invertido», «tobillos de canguro», «patas de conejo». Otros dicen que se parece a un ser humano calvo, o a un perro; inclusive están los que lo han visto volar con alas de murciélago.
A principios de 1994 una nueva matanza de cabras sacude a San Juan y un locutor de la WKAQ Radio Reloj llama por primera vez a la misteriosa bestia succiona-sangre: «chupacabras».
En septiembre de 1995, luego de una masiva matanza con las mismas características ya mencionadas, el identikit del chupacabras es difundido por los medios de prensa escrita y televisiva. Día tras día los bocetos de diferentes testigos que describen a la criatura se multiplican, cada uno diferente al otro; si los primeros se parecen a los clásicos hombrecillos verdes de cabeza ovalada popularmente reconocidos como extraterrestres, a las semanas de reproducidas las primeras ilustraciones éstas mutan hasta parecerse a un ser canino de dientes afilados que se para en dos patas o a una gárgola. Las autoridades puertorriqueñas se comprometen a cazar al monstruo, el mismísimo gobernador vestido con sombrero estilo Indiana Jones y provisto de machete se adentra en la selva seguido por las cámaras de la prensa y documentalistas dispuestos a tomar el momento exacto en el que el depredador de la isla será atrapado.
Lamentablemente la cacería frenética es en vano. La criatura ya ha atravesado el océano. La prensa mexicana comienza a divulgar la presencia de extraños casos de vampirismo en las zonas rurales y desiertos, todo indica que el chupacabras ha llegado a tierras aztecas. La bestia está suelta y busca sangre fresca.