ADVERTENCIA: CIENTÍFICOS LOCOS TRABAJANDO

—¿Ha escuchado hablar de la Reina Roja? —pregunta el profesor encendiendo un cigarrillo.

—No. Jamás —responde la doctora.

—En 1994, en Palenque, Sierra Madre de Chiapas, integré el equipo de excavación del Templo XIII. El objetivo era conocer la forma en que fue edificado y detectar la escalinata principal; se trataba de continuar una exploración iniciada en el 54 y que siguió hasta el 73. Al final localizamos la escalinata pero estaba totalmente desplomada. Cuando se llevaron a cabo los trabajos de limpieza y reconstrucción descubrimos una puerta tapiada y en el momento de retirar las piedras nos encontramos ante una crujía construida con grandes bloques de piedra caliza; en uno de los extremos hallamos tres aposentos, dos de ellos vacíos y el del medio misteriosamente sellado. Por los dinteles supusimos que alguna vez tuvieron la función de habitaciones. Al aposento que estaba sellado se le hizo una horadación en la parte superior y así pudimos ver lo que había adentro: un sarcófago. Durante casi dos semanas buscamos la forma de ingresar sin tener que dañar los muros, buscamos alguna entrada estudiando en cuál de las paredes habría menos posibilidades de que hubiesen inscripciones, así que basándonos en estas consideraciones regresamos al primer lugar que perforamos, desde donde se podía ver el sarcófago; con cuidado agrandamos la abertura, esperando no dañar nada. Al ingresar supimos que estábamos ante uno de los descubrimientos más importantes de Mesoamérica, la tumba estaba completamente pintada de rojo con cinabrio. Este mineral fue usado para pintar también el esqueleto, simbólicamente era como restituir la sangre a los muertos y es además el color del cielo con el que el sol resucita cada día. Encima del sarcófago había un incensario de la fase Murciélagos, pero recién después de catorce horas de cuidadoso levantamiento de la lápida que servía de tapa, vimos la espectacular osamenta de la que hoy conocemos como Reina Roja. El esqueleto rojo tenía casi dos mil piezas de jade, perlas y conchas, aretes, pulseras, máscara, collares, diadema y tocado de plumas de quetzal.

—¡Vaya descubrimiento! Entonces usted es un arqueólogo famoso.

—Sólo soy un antropólogo más, no recibí ningún tipo de crédito por aquella exploración; tuvimos algunos desacuerdos y me separé del equipo.

—¿Desacuerdos profesionales?

—Algo así. Verá, yo estaba interesado en los rituales funerarios mayas y en los esqueletos rojos, pero mis colegas consideraban mis propuestas muy… osadas, por así decirlo. Como usted sabrá, los mayas creían que el elemento eterno reside en la sangre, pues es indestructible porque pasa de generación en generación. Pero la sangre de los reyes era considerada la más poderosa porque se creía que era la misma que la de los dioses. Debido a esta creencia de que la sangre era lo más valioso, el campesinado maya imitaba a los reyes de manera simbólica, ofrendando su sangre o la de otros, derramándola en los cultivos, en los funerales o en celebraciones; sabía que de la sangre vivían los dioses y de ellos dependía el funcionamiento del Universo. Pero los reyes, a través del rito del autosacrificio, eran los únicos que podían comunicarse con los dioses, la sangre de ellos era la única que podía salvar al mundo.

—Esto me recuerda a aquello de que Jesús, por ser el Hijo de Dios, al morir en la cruz se estaba sacrificando por la humanidad y esa acción podía salvar el mundo. Básicamente eso es lo que me está diciendo, que los reyes mayas eran hijos de los dioses y como tenían sangre divina su sacrificio era más importante, de tal modo que podían salvar al mundo. La sangre simboliza vida.

—No soy cristiano, pero ya que menciona a Jesús, ¿sabe usted cómo se lo puede resucitar?

—¿Me va a contar un chiste?

—Con la clonación. Suponga que se encuentran sus restos, suficiente material genético en óptimas condiciones…

—Pero eso de qué serviría, no va a ser él. Aunque haya certeza de que fuera el cuerpo de Jesús, si lo clonan, no va a ser él. Sólo será un cuerpo idéntico.

—Exacto, un cuerpo idéntico. No piense sólo en la fisonomía, piense en genética. Imagínese que hubiera existido un tipo de sangre que impidiera que se deterioraran las células, con el que se hiciera un tratamiento capaz de detener el envejecimiento, sería la clave de la longevidad.

—Sólo conozco el caso del doctor Alexander Bogdánov, que recibía transfusiones de sangre para rejuvenecerse.

—Claro, el fundador del primer instituto de hematología, un pionero. Un visionario. Profeta. A él se le encomendó el estudio del cerebro de Lenin con la pretensión de resucitarlo. En 1908 escribió una novela de ciencia ficción, Estrella Roja, sobre un viaje a Marte en la que ya predecía avances tecnológicos como las videollamadas, el cine 3D, las computadoras. Bogdámov no sólo se hacía transfusiones de sangre a sí mismo, sino que muchas otras personas se ofrecían voluntariamente, el tratamiento consistía en hacerse trasfusiones con la sangre de alguien más joven y sano. El mayor rejuvenecía y el joven recibía la sangre con las inmunidades adquiridas por la persona mayor. Lastimosamente él falleció cuando recibió sangre de una joven con tuberculosis. Pero, imagínese, si transferir sangre de alguien joven a una persona mayor estimula el crecimiento de células nuevas, retrasando o deteniendo el envejecimiento o hasta revertiéndolo. Imagínese si ese alguien no es cualquier persona, sino un ser cuya sangre sea excepcional, alguien biológicamente superior. Y olvídese de Jesús, piense en material biológico encontrado, de existencia comprobable y disponible.

—Como ADN de la realeza maya…

—¿Y si pudiera ir más lejos? Si lo único especial en los reyes era la sangre de los dioses, entonces piense en el material biológico de una deidad maya.

—Creí que había dicho que considere únicamente material de existencia comprobable y disponible.

—¿Y si los dioses en realidad eran criaturas mal interpretadas? ¿Y si esas criaturas ya fueron encontradas? Tenemos a los reyes, pero ¿se ha preguntado si había algo más? Las exploraciones del Templo de las Inscripciones y del Templo XIII por orden presidencial fueron declaradas secretos de estado. Estaban protegiendo el área de los saqueadores, porque hay evidencia de que habían estado por ahí. Nadie podía hablar sobre lo que había o no había en los templos sin que antes entendiéramos lo que habíamos encontrado y las revelaciones que surgieran de él. Recuerde que le dije que encontramos dos aposentos vacíos.

—A ver si entiendo, usted dice que en alguno de los templos mayas explorados pudieron haberse hallado restos del cuerpo de alguna persona o criatura desconocida pero fueron saqueados con anterioridad a los descubrimientos oficiales.

—Desde que comencé mis estudios antropológicos me he volcado, así como usted, a enfocar todos mis sentidos al significado y la importancia de la sangre para ciertos individuos o civilizaciones, como los mayas —sus párpados superiores suben, los inferiores se tensan, sus cejas se elevan, aumenta la frecuencia de parpadeo, sus pupilas se dilatan—. Creo que por esa razón ningún descubrimiento me ha conmocionado tanto como los de Palenque. Vea usted, se determinó la edad a la muerte de la Reina Roja utilizando los métodos de Todd y Suchey-Brooks, la metamorfosis del extremo esternal del cuarto arco costal y la erupción dental se estimó que tenía entre treinta a treinta y cinco años. Al principio, debido al cinabrio, las pruebas de carbono-14 no arrojaban resultados fidedignos porque el mercurio se había mezclado con el material orgánico, tomó dos años extraer ADN intacto. Pero lo confuso es que todo indica que ella debería de ser la esposa del Rey Pakal II, y si así lo fuera, según datos epigráficos, debió de haber fallecido a los sesenta años. ¿Sabe quién fue el ahau Pakal II?

—¿Es aquel del que dicen los pseudocientíficos que aparece en la inscripción de su sarcófago como piloteando una nave?

—Jaja, sí, o una motocicleta. Es el rey maya que viajó al futuro para comprarse una Harley. En fin, Pakal el Grande fue uno de los gobernantes mayas más importantes, el descubrimiento de su tumba fue comparado al hallazgo de la tumba de Tutankamón, fíjese, así de importante fue para la historia mesoamericana. Cuando el doctor Romano Pacheco examinó su osamenta en los cincuenta, poco después del descubrimiento, concluyó que falleció a los cuarenta años, pero según datos epigráficos debería de haber tenido el doble, ochenta años. ¿Qué le parece? ¿Qué tan exactos pueden ser nuestros métodos? Qué tal si el material biológico se hubiera detenido en cierto momento; es decir, que la edad biológica se hubiese quedado en cierto tiempo aunque la edad cronológica continuaba aumentando.

—Es una lástima que sea tan difícil establecer su verdadera edad.

—Qué conveniente diría yo.

—¿Conveniente por qué? ¿O para quién? Discúlpeme, doctor, pero cada vez lo entiendo menos.

—Quienes cubrieron de cinabrio los restos y la tumba, ¿querían proteger el material genético o destruir la evidencia? En cierta forma, si se llegara a comprobar mi teoría, sería catastrófico para la humanidad.

—¿Pero qué tienen que ver la secta y la chica con todo esto?

—He lidiado con el actuar de esta secta desde hace muchos años. Tienen su raíz en México, en principio estos devotos de la sangre se organizaron como una red de expoliadores de yacimientos arqueológicos. En los sesenta todos los arqueólogos hablaban de ellos, a veces había pistas de quiénes eran, luego todo quedaba en la nada. Recuperamos una estatuilla de cerámica de camazotz de manos de un sectario, aunque sólo tuvo que pagar una multa por el delito; al menos llegó a contar algo sobre cómo funcionaba la secta, pero amaneció muerto antes de que pudiera dar nombres. Era secreto a voces que estaban involucrados respetables científicos de mucho peso, médicos y políticos que hacían y deshacían lo que querían. Pero de pronto en los setenta dejamos de tener novedades de este grupo de expoliadores. Seguro que había otros, siempre hay ladrones, pero ya no era aquel grupo, aquellos eran expertos que iban un paso adelante siempre y estaban interesados sólo en un tema. La pregunta es, ¿por qué ya no encontramos rastros de ellos en las excavaciones? ¿Acaso se alejaron porque ya habían encontrado lo que buscaban?

—¿Y qué tiene que ver la chica con todo esto?

—¿No se lo he contestado aún?

Ella mueve la cabeza negándolo.

—Si encuentro a la chica, encuentro la secta. ¿No es por eso que usted la busca?

—La busco por muchas razones…

—Estábamos juntos la primera vez que la vi, quizás malinterpreté lo que usted trató de decirme. Pensé que usted sabía que ella estaba en Sudamérica.

—¿De qué habla? ¿Aquella vez en Quintana Roo? Le hablaba de mí misma.

—La malinterpreté —el profesor se sonroja y le besa la mano—. Pero al menos valió la pena, porque aunque la secta murió en México, resucitó en la cuenca del Río de la Plata, y eso yo no lo habría descubierto de no haber sido por usted.

—¿Por qué el Río de la Plata?

—Por las tierras guaraníes. La antropofagia. La sangre nuevamente. Los guaraníes destripaban a sus enemigos que caían prisioneros y comían sus órganos para llenarse del valor ajeno, de la vitalidad del otro. Energía vital. Comían sólo a los mejores, a los más valientes a los de rango superior, igual que los mayas.

—Pero practicaban la antropofagia, no la hematofagia.

—Ambos actos perpetrados por humanos se hacen con un mismo fin: consumir energía vital. No es simplemente gusto, es una creencia. Los Caballeros Eternos creen que la chica puede ayudarlos a alargar la existencia, tal vez ser inmortales.

—Creo que está sobreestimando a estos sectarios, sencillamente están locos. La sangre es un fetiche para ellos.

—Los grandes descubrimientos surgen a partir de lo que la gente común llama locura. En el siglo diecinueve, Andrew Ure, cirujano escocés y profesor de medicina en la universidad de Glasgow, experimentó con el cadáver de un convicto para demostrar que aplicando electricidad al nervio frénico y al diafragma se podía restaurar la vida en ahogados, ahorcados o sofocados. Durante el experimento, cuando el nervio supraorbitario fue estimulado, todos los músculos del rostro comenzaron a contorsionarse y eso les metió un susto de la chingada…, perdón. ¿Y cómo cree que surgió la galvanoterapia? ¿O cómo nacieron los desfibriladores cardiacos? Gracias a la aplicación de electricidad en cuerpos muertos por Luigi Galvani. Estamos hablando de profesores, científicos, estudiosos, personas reales que han hecho experimentos para revivir cadáveres. ¿Por qué habría de sorprenderle que un grupo organizado de personas esté unido para concretar un objetivo similar?

—Entonces, usted ha sido enviado para recuperar las piezas históricas que ellos robaron con otros fines. Pero ¿por qué ellos están tras la chica?

—¿No se le ocurrió que quizás no es que la secta haya venido tras la chica, sino que han huido con ella para ocultarse aquí?

—¿Cómo? ¿La secuestraron en México y ella escapó en Sudamérica?, ¿o cómo?

—ADN expoliado —la mira fijamente.

La doctora siente escalofríos, el silencio es absoluto por un momento.

—Disculpe, profesor, no quiero decir que lo que usted sugiere es imposible, pero no creo que hubiera sido tan sencillo manipular los genes de una momia o lo que sea que usted cree que los sectarios encontraron. Mi paciente, Ava Dubi, la mujer que usted piensa que es la misma que salió en televisión y que los sectarios creen que es su redentora, tiene más de treinta años. Estos sectarios deberían de haber podido contactar con un equipo de genetistas adelantados para su época, eso no se da nada más así. Ni en los setenta ni ahora es fácil conseguir a un doctor que replique una persona a partir de ADN. No quiero decir que usted está equivocado, sólo pienso que su teoría es muy compleja. Yo me imagino que la situación es un poco más simple, algo como que algunos fanáticos del vampirismo, con enfermedades mentales, se autoconvencieron de que no pueden vivir sin beber sangre, con el tiempo la situación se descontroló y necesitaron más sangre para abastecerse y empezaron a matar personas ajenas al culto para extraerles la sangre. La historia de la reencarnación de su salvadora debió ser un cuento del líder para fortalecer la existencia de la secta.

—Y si tuvieran acceso a un experimentado biólogo, ¿le cabrían dudas respecto a lo que serían capaces de hacer?

—No. Debo reconocer que son capaces de cualquier cosa.

—Eso mismo. Son capaces de cualquier cosa. Lo que el líder dice es lo que se hará.

—En este caso, la chica sería superior al líder. Los dioses reencarnados son más que los sacerdotes o reyes. No sé si Ava Dubi sabe que la están buscando, si bien ha presentado delirios místicos, no creo que sea a causa de la secta sino al revés, que los sectarios pudieron haber escuchado alguna historia sobre ella. Por cierto, ahora que mencionó a los guaraníes, se me ocurre que Ava actúa como si fuera un payé guaraní, estos chamanes que se comunicaban con dioses luego de consumir alucinógenos. Sin embargo, no creo que ella haya puesto en peligro la vida de otros más que la suya. Ava Dubi no bebe sangre, no come carne humana. No comprendo qué tiene de especial, he conocido a otros psicópatas similares y ninguno ha generado una obsesión colectiva como ella.

—¿Ni Charles Manson, ni Richard Ramírez?

—Bueno, pero en este caso hablamos de una mujer a la que no conocen en persona y le atribuyen poderes que no tiene.

—¿Qué hay de Magdalena Solís?

—Pero ella sí bebía la sangre de sus víctimas; asesinó a ocho personas frente a sus discípulos. En cambio, Ava no ha sido vista asesinando a nadie o bebiéndose la sangre de otros.

—Charles Manson tampoco ha matado con manos propias, por lo que sabemos solamente ha instigado a hacerlo. Estamos hablando de lo que estas personas producen en otras, así como usted misma lo dijo: se le atribuyen poderes o virtudes. No es necesario que los fanáticos los vean hacer algo para que ellos los imiten, basta con que sean sugestionados.

—¿Y en qué momento ha instigado a beber sangre? En todo caso debería de ser tomada como promotora de la donación de sangre, por eso es que no entiendo. A menos que… esa persona que salió en televisión disfrazada de vampiro y la misma que yo vi en un afiche circense sean en realidad otra personalidad. Dedé o D. D. como dijeron en la tele. Tal vez sea una personalidad opuesta que ha estado instigando a la muerte, al canibalismo, a la hematofagia… ¿Cómo nunca pude darme cuenta de su doble personalidad? ¿Será que era una personalidad que sólo aparecía ante ciertas circunstancias? ¿O en ciertos horarios? Porque la secta no está tras Ava Dubi, está tras Dedé…

El profesor cierra los ojos, carraspea y traga saliva.

—¿Conoce el mito de los gemelos Tupí-Guaraní?

—Algo, no lo recuerdo bien. Quizás me lo contaron cuando era chica.

—La historia es así: del cielo bajan al centro del mundo el Sol y la Luna, conocidos también como el creador y su compañero. Ambos crean el mundo y a la primera mujer, ambos preñan a esa mujer y engendran a los gemelos Tupí y Guaraní. Pero unos jaguares comen a la madre dejando a los gemelos huérfanos, viajan al sur en busca de un paraíso, se pelean y uno sigue su camino hacia el norte, el otro va al sur y cada uno procrea descendencias en diferentes regiones, pero ambos linajes tienen el mismo idioma, la misma cultura, las mismas creencias. Porque son iguales, son uno mismo y dos diferentes. Algunos agregan a la leyenda que los gemelos regresaron al cielo prometiendo volver sólo para darle fin al mundo y a la humanidad.

—Es la segunda historia sobre gemelos que me cuenta, ¿recuerda? Me había hablado alguna vez de los héroes gemelos mayas.

—Sí, claro, fue cuando nos encontramos en 1996 más o menos, le hablé de los héroes gemelos mencionados en el Popol Vuh, Hunahpú e Ixbalanqué, los hermanos que jugaban a la pelota y que fueron enviados al Inframundo, allí ganaron otro juego, pasaron pruebas, alardearon de ser inmortales, murieron, resucitaron y así se convirtieron en el Sol y la Luna. En el Templo de las Inscripciones, en donde se descubrió el sarcófago de Pakal el Grande, había unos jeroglíficos que muestran el descenso de este señor al Inframundo, en donde toma la identidad de uno de los gemelos que alcanzó la inmortalidad.

—¿Gemelos inmortales? ¿No estamos hablando nada más que de posibles arquetipos?

—Pero hasta los arquetipos tienen una razón de ser, estas historias paralelas sobre hermanos gemelos pueden estar contando una historia real. Así fue como Heinrich Schliemann descubrió Troya, buscando la verdad detrás de la Ilíada, confiando en su instinto. Los grandes descubrimientos surgen a partir de lo que la gente común llama locura.

—Está sugiriendo que… No hay una sola mujer con un desorden de personalidad… sino que… ¡son hermanas gemelas!