Escuché hablar de esta secta ya en 1963, básicamente funciona como el Temple of the Vampire de Washington o algún club inspirado por Anne Rice, sólo que éste es netamente de latinoamericanos. Se cambió de nombre dos veces para marcar cada una de sus etapas; la primera, entre el 63 y el 81, cuando tenía una denominación que no recuerdo ahora y era una entidad perfectamente legal (no por eso normal) hasta que el fundador murió en circunstancias extrañas después de la práctica de un ritual.
Dicen que pasó algo así: una decena de sectarios enmascarados llegó a un hospital cargando al desgraciado mientras se desangraba y agonizaba. Presentaba múltiples pinchazos de agujas en todo el cuerpo, tenía un crucifijo atravesándole la garganta. El crucifijo lo extrajeron sin problemas, sin embargo el hombre había perdido más de la mitad de su sangre al llegar. Los médicos que lo atendieron dijeron que sólo un milagro podría salvarlo. No hubo milagro. La policía comenzó a investigar y la secta se disolvió. Al menos eso fue lo que quisieron hacer creer, en realidad cambiaron de identidad, pasaron a llamarse Orden de los Caballeros Eternos.
Esta Orden resucitó en Buenos Aires en 1981, pero después de incendiar su primer sitio ceremonial se mudaron a otro para eliminar sus rastros, y así fueron haciéndose invisibles, mantuvieron clandestinas sus actividades haciéndose pasar por un club de amantes de las motocicletas Harley Davidson.
Sus miembros llegan de toda Latinoamérica y todos tienen algo en común: les gusta la sangre. Cuando yo estuve entre ellos hacíamos una cosa que me ponía los pelos de punta, pero no podía decir nada para no levantar sospechas. Por ejemplo, según las fechas sagradas del Gran Libro, hacíamos ciertos rituales, el infaltable era uno en el que nos sentábamos en ronda desnudos, uno al lado del otro, la Dama Superiora decía sus oraciones y luego lentamente hacíamos juntos los cinco pasos vitales: primero elevar las jeringas; segundo: clavar la aguja a la altura del trapecio a la persona de la izquierda; tercero: presionar el émbolo solemnemente, cuarto: tirar de él y extraer sangre, y quinto: llevar la jeringa rápidamente a la boca y beber la sangre caliente.
Así, en ese lugar, bebí sangre humana por primera vez. Me revolvió el estómago pero yo sabía que tenía que enfocarme en lo importante. Y lo importante no tardó en aparecer.
Veíamos quizás M, el Vampiro de Düsseldorf o algo de Bela Lugosi cuando ocurrió: entró una mujer y sacó el DVD para poner un programa, de esos talk shows o algo parecido. Nos dijo que nuestra Redentora estaba en televisión. Era un show bien raro producido en Miami pero que se difundía por toda Latinoamérica, invitaban a gente que no parecía estar en sus cabales. En aquella edición aparecían un luchador disfrazado de momia, un tipo que se creía extraterrestre, una mujer con barba y nuestra salvadora: la mujer vampiro.
Era hermosa, si bien ya la había visto antes, ahora estaba más hermosa, la piel blanca como la nieve y lisa como un bebé, como si los años no pasaran por ella, el pelo negro como el ébano y los labios, cómo no hablar de esos labios, los tenía rojos como sangre. No había una sola alma (por así decir) en esa habitación que no hubiese deseado esos labios en aquel momento. Incluso yo mismo.
En la televisión alguien la llamó DeDé, supongo que por sus iniciales. Un gringo, por ejemplo, la llamaría DeeDee, pronunciando Didi. Y ese Didi en mi imaginación sonaba muy bien. Didi.
Aquella noche más que una sesión de cine lo nuestro parecía una misa negra en honor a la televisión. Ellos realmente creían que ella era como la Mesías de los Caballeros Eternos. En realidad DeDé no había demostrado tener poderes especiales o cualidades sobrenaturales (a excepción de su belleza) como para que toda esa secta estuviese a sus pies. Al menos no durante los primeros quince minutos en que ni siquiera se molestó en hablar con los otros panelistas ni se defendió de los ataques de los telespectadores que llamaban para molestarla diciéndole que buscara un trabajo de verdad o que estaban cansados de los góticos que buscaban cámara. Ella permanecía inmune a los insultos y a las burlas. La molestaban para incitarla a que contara más; si dormía en un ataúd, si le daba miedo el ajo, si le hacía mal la luz del sol; se divertían ridiculizándola. Ella no respondía a nada, sólo miraba a la cámara, y yo sentía que me miraba a mí. Supongo que todos pensaban lo mismo. Tenía una mirada penetrante. Luego le preguntaron si alguna vez había matado a alguien para beberse su sangre y entonces ella hizo una mueca que parecía una sonrisa o una afirmación, y los Caballeros Eternos aplaudieron gozosos desde sus asientos. Creo que sólo fue una respuesta teatral pero en la secta no lo tomaron así.
Le hicieron beber un vaso de sangre de algún animal, pero el público se enojó porque quién les aseguraba que era sangre de verdad, entonces buscaron un voluntario entre el público que se ofreciera a que De-Dé le chupara la sangre de un mordisco, y bueno, ya se imaginan que un montón de gente todavía más loca que los mismos invitados al show levantó la mano y se ofreció a participar, quizás pensando que ella no lo haría frente a las cámaras, o ya saben, de esos que buscan sus minutitos de fama. La conductora del programa seleccionó a alguien de la concurrencia y luego pidió ir a una pausa comercial, seguramente para subir más el rating en el siguiente bloque. Mientras hablaba a la cámara describiendo lo que se iba a ver en unos minutos, sucedió lo inesperado: Didi se levantó y se deslizó junto a la conductora. Sí, ella se desliza como los vampiros de esas películas en blanco y negro. Le pegó a la conductora un manotazo en el cuello y ésta se durmió al instante o posiblemente se desmayó. La cámara se acercó y las personas se levantaron de sus asientos y el set se llenó de flashes. Todo pasó en un segundo, Didi sostuvo a la presentadora en sus brazos y más que mordisco como que le dio un beso en el cuello, no se vio nada de sangre, pero cuando vi la repetición de la escena en cámara lenta, hicieron un acercamiento al rostro de la conductora y mostraron cómo quedó pálida rápidamente; Didi se apartó y se vio que le había dejado la marca de los dientes en el cuello, agujeros muy profundos, negros. El personal de seguridad se abalanzó sobre ella y hubo mucho ruido, luces, gente moviéndose, casi no se veía nada y tampoco el director mandaba a comerciales, y así de pronto, de la nada, Didi desapareció. Al día siguiente nos enteramos de que la víctima no murió, pero sólo porque recibió sangre rápidamente.
La cosa es que ese día fue clave para la secta. Sé que desde entonces la han estado buscando. Yo podría estar con ellos, pero descubrieron que sólo era un espía. Casi me matan; un tipo recién llegado nada más se me acercó y se puso a olfatearme, y dijo que yo no era uno de ellos. Pensé que no le habían creído, pero a la semana siguiente, cuando regresé al templo, ya no había nada, la casa estaba vacía, como si todo hubiese sido un sueño mío. Claro, supongo que debería de alegrarme porque en lugar de matarme eligieron huir.