TEORÍA DE SISTEMAS
En el salón del chalet que alberga la base del CESID en la avenida Cardenal Herrera Oria de Madrid reina lo más parecido a la expectación que el comandante Ponce Oms recuerda haber visto desde que ocupa su cargo. Está presente casi todo el personal superior de la División de Inteligencia Interior, además de algunos delegados regionales. Por supuesto, a estas alturas ya todos han oído hablar del «agente Sirio». En la última semana han trascendido los bastantes detalles de su plan como para que más de uno haya llamado a la Delegación de Barcelona para preguntar por el misterioso asesor que Oms se ha sacado de la manga. Esta mañana, sin embargo, toda curiosidad permanece a buen recaudo. Los hombres de Inteligencia Interior están sentados perfectamente circunspectos en torno a la mesa de reuniones del salón. Maestros del disimulo. Solamente alguien tan familiarizado con las dinámicas internas de la división como Oms puede percibir algo remotamente parecido a la expectación. En la superficie no hay más que contención.
Alrededor de la mesa de reuniones del salón, el noverde de los trajes burocráticos ya supera al verde de los uniformes militares en proporción de 3 a 2.
—El agente Sirio contestará a todas las preguntas que tengan ustedes sobre el dossier —dice el comandante Oms a los presentes, acercando la cara a su micrófono—. Recuerden que de aquí hemos de salir teniéndolo todo perfectamente claro.
El comandante Oms está sentado a la derecha de Lao, que ocupa la cabecera de la mesa de reuniones. Todos cuentan con micrófonos, cuyos cables confluyen en un magnetófono instalado en una mesa contigua. Aunque la disposición de los hombres reunidos alrededor de Lao no se parece estrictamente a las representaciones pictóricas de la última cena, sí que hay en ella cierta atmósfera parecida de finalidad conspiratoria. El subdirector de la División de Inteligencia Interior, un tipo de voz suave y mentón huidizo llamado Meseguer, sostiene en alto el expediente de D. M. Dorcas.
—De entrada —dice—, no acabo de entender cómo este tipejo puede ser nuestra gran arma secreta. O sea, ¿qué capacidad operativa puede tener? Le hablan los extraterrestres.
—Según dice aquí —continúa un hombre con uniforme de teniente—, es esquizofrénico, tiene delirios místicos y hace cuatro meses abandonó el tratamiento y fue detenido por atravesar el perímetro de exclusión del meteorito de Sallent.
Oms mira a Lao, invitándole a ser él quien ofrezca las explicaciones.
—Para entender lo que se propone la Operación Meteorito —dice Lao—, es útil pensar en la TOD como en un sistema viviente.
El teniente frunce el ceño.
—¿Un sistema viviente? —dice.
—Para sobrevivir, los sistemas necesitan ser homeostáticos —continúa Lao—. La homeostasis es el nivel de adaptación permanente del sistema. Es su tendencia a la supervivencia dinámica. Los sistemas altamente homeostáticos sufren transformaciones estructurales asociadas a los cambios del contexto. Eso es lo que determina su evolución. Lo contrario de la homeostasis es la entropía, que es el desgaste que presenta el sistema por el transcurso del tiempo o por su mismo funcionamiento. Ese desgaste hace que los sistemas altamente entrópicos tiendan a desaparecer. Para sobrevivir, necesitan sistemas de control y mecanismos permanentes de revisión y cambio.
—¿Eso qué tiene que ver con la TOD? —dice el teniente.
—Déjele terminar —dice Oms.
Lao continúa exactamente en el mismo tono que si la interrupción no hubiera tenido lugar.
—La TOD es un sistema con una permeabilidad muy limitada —dice—. Aun así necesita tomar del medio externo los recursos que limitan la entropía. Será un sistema estable siempre y cuando pueda mantenerse en equilibrio a través del flujo continuo de materiales, energía e información.
—Siga, por favor —dice Oms.
—Será estable siempre y cuando pueda mantener su funcionamiento y operar de forma efectiva. En cambio, si conseguimos desestabilizar el sistema, su evolución futura cada vez tendrá menos que ver con sus condiciones originales. Con su estructura y sus funciones originales.
Silencio. Algunos de los presentes intercambian miradas.
—A ver si lo he entendido —dice Meseguer—. ¿Nos está diciendo que infiltrar otra vez a Dorcas va a desestabilizar a la TOD?
—Les estoy proponiendo que introduzcamos una variable en el sistema que el sistema no pueda asimilar —dice Lao—. Que colapse sus mecanismos de control. Si quieren, piensen con analogías. Como por ejemplo un meteorito que impacta en la tierra y provoca cambios climáticos que hacen inviable la vida.
El subdirector lo piensa un momento.
—¿Y qué me dice de la motivación? —dice por fin—. Puede que ellos no sean capaces de manejar a un loco, ¿pero qué me dice de nosotros? ¿Cómo vamos a convencerlo para que coopere con nosotros otra vez? Los operativos infiltrados necesitan sangre fría, inteligencia, cautela… Tendría que estar motivado al máximo.
—Ese problema ya está solucionado —dice Lao.
Oms asiente con la cabeza.
—El agente Sirio ha encontrado la manera de motivar a Dorcas —dice—. Dorcas ya ha aceptado la misión.
—En su origen —dice Lao—, el delirio del señor Dorcas estuvo asociado a nuestras comunicaciones bajo el nombre en clave de Sirio. Mediante una manipulación adecuada de su medicación podemos recrear las condiciones en que se produjo su brote original. Le estamos administrando píldoras sin efecto y píldoras con dosis bajas de alucinógenos. Hemos observado respuestas favorables a nuestros últimos mensajes. El paciente espera nuestras llamadas y extrae las conclusiones y las instrucciones que nosotros le implantamos en ellas. Está motivado para pasar al otro lado como parte de una misión de naturaleza sacerdotal. Dictada por su dios.
Los presentes se miran. Aunque cuesta leer sus expresiones, es obvio que comparten cierto grado de incomodidad o de incertidumbre. Meseguer niega con la cabeza.
—No tiene ningún sentido —dice—. Pongamos por caso que Dorcas consigue ganarse de vuelta la confianza del PCA, de ese tal Blanco… que ya me parece muy improbable. O sea, los dejó plantados hace un año y medio. Y ha estado ingresado en el manicomio. Pero pongamos por caso que consigue entrar otra vez en la organización. Eso no es lo mismo que pasar al otro lado. Pongamos también por caso que consigue pasar al otro lado, y tienen ustedes que admitir que cuesta mucho de creer. Aun así, todo el proceso sería larguísimo. No le daría tiempo de pasar al otro lado en los cinco meses que tenemos para implementar la operación.
Oms vuelve a mirar a Lao para invitarle a que conteste. Lao asiente con la cabeza.
—Creo que he encontrado la manera de conseguir que Dorcas llegue al otro lado —dice—. No por los canales habituales, que efectivamente son demasiado lentos para nuestro objetivo. Para que llegue de inmediato.
Los presentes lo miran. Lao coge el grueso expediente que tiene delante, sobre la mesa, y lo sostiene en alto para que todos lo vean.
—Éste es su salvoconducto —dice—. El expediente de la Operación Cólera. El fruto de tres años de nuestro trabajo.
Los reunidos se lo quedan mirando con cara de no entender.
—Dentro de dos días —interviene Oms—, Dorcas nos robará el expediente y se pondrá en contacto con los dirigentes del PCA. Ellos estarán en deuda con él. Y por supuesto, tendrán que esconderlo, porque nosotros emitiremos una orden de busca y captura internacional. No les quedará más remedio que esconderlo en el otro lado.
Ahora la perplejidad asoma en la mayoría de caras.
—Un momento —dice el subdirector—. Cuando dice usted que le vamos a dar el expediente Cólera a Dorcas…
—Nos lo va a robar —lo corrige Oms.
—Lo que usted diga. Pero cuando dice que él les va a llevar el expediente, supongo que se refiere a un expediente falso.
Oms mira a Lao. A continuación mira a Meseguer.
—Esa posibilidad está descartada —dice.
—Un expediente falso nunca funcionaría —explica Lao—. Ni tampoco una versión expurgada. Enseguida se darían cuenta. Tenemos que quedar completamente expuestos. Tenemos que darles algo que ellos puedan contrastar con sus propios informes de inteligencia pero que vaya mucho más allá. Que nos desnude del todo.
Al teniente se le ha puesto roja la cara.
—¿Nos está pidiendo que tiremos tres años de trabajo a la basura para infiltrar a un drogadicto esquizofrénico? —dice.
—Tres años de trabajo que no nos han llevado a ninguna parte —dice Oms.
—¿Pero cómo nos ayuda enseñarles todo nuestro trabajo? —protesta otro de los presentes.
—Nos ayuda porque no se lo estamos enseñando todo —dice Lao—. No les estamos enseñando la Operación Meteorito.
—Un momento —Meseguer levanta una mano—. No podemos poner ese expediente en sus manos sencillamente porque comprometería la seguridad de nuestros operativos. Todos nosotros quedaríamos expuestos. Y hay un tercer hombre todavía infiltrado en su organización, ¿no es cierto? —Hojea su dossier—. Si les damos el expediente, Albaiturralde es hombre muerto.
Oms carraspea.
—Ése es el punto más delicado de la operación —dice—. Pero el agente Sirio ha desarrollado una estrategia y yo quiero que la escuchen.
Todos miran a Lao.
—No lo matarán de inmediato —dice Lao—. Lo retendrán y tratarán de sacarle información. Y durante esas primeras horas nosotros nos pondremos en contacto con ellos. Les propondremos un canje de prisioneros. Y con el cambio de prisioneros, les infiltraremos a otro operativo.
El silencio se extiende por la mesa. Un silencio distinto al silencio escéptico o perplejo de antes.
—Este hombre está loco —dice por fin Meseguer.