Diario de Mary Windham Tsepesh
19 de abril (anotaciones posteriores).
¡Dios mío, ha entrado en nuestro pequeño refugio! Duerme entre nosotros y no puedo ir a avisar a mi esposo, que está a merced de otro monstruo más, de una criatura a punto de nacer. Vlad sabe todo lo que hemos planeado.
Mientras, Dunya, una pobre e inocente títere, no sabe nada. Me sonríe con dulzura mientras ahora mismo me sirve una taza de té para aliviar el dolor, incapaz de descifrar las misteriosas leyendas que garabateo en la página (deprisa, antes de que llegue la siguiente oleada de intenso dolor). Temo que esta será la última entrada que haré. Lo dejaré donde mi marido pueda encontrarlo, si sobrevive a esta noche.
Los dolores han comenzado poco después de volver de hablar con Arkady en el sepulcro de Zsuzsanna y mientras caminaba de vuelta a la mansión con Dunya. En mitad del césped, me he caído de rodillas y con angustia he logrado agarrar el vestido de Dunya por debajo del cuello.
La tela se ha abierto para revelar la tierna piel justo por encima de la clavícula y las dos pequeñas marcas rojas que había allí… redondas, con el centro blanco.
Una profunda pena me ha atravesado como una espada y me ha llenado de la misma gélida agonía que me embargó cuando hace muchos años atrás me enteré de que mis padres habían muerto. Es cierto, Dunya sigue viva, respira, habla, se mueve, pero la he perdido como a mis padres, que tanto tiempo llevan enterrados en la fría tierra.
Al verlo, he emitido un grito de horror. Dunya ha pensado que gritaba por los dolores del parto. Quería huir, quería escapar y correr hacia el bosque. Al principio me he resistido y no le he dejado ponerme la mano encima, pero enseguida me he visto obligada a dejarle que me llevara al cuarto de los niños.
Una vez allí, he intentado no temblar cuando me ha tocado, ya que mi condición no me ha permitido más que dejar que me atienda. Pero se ha mostrado tan cariñosa y devota como una hermana. Ahora que miro su rostro amable y cándido, no puedo más que llorar.
¡Monstruo! ¡Monstruo! ¡Algún día te haré pagar por lo que le has hecho, por lo que le has hecho a la hermana de Arkady!
Puedo ver en los ojos de Dunya que ella, a diferencia de Zsuzsanna, no es en absoluto consciente de lo que le está sucediendo; mi más querida amiga se ha convertido en mi más peligrosa enemiga y ni siquiera lo sabe. ¿Cuánto tiempo ha estado utilizando a la pobre chica? ¿Ha ocurrido recientemente o ha sido suya desde la noche que durmió en la habitación de Zsuzsanna? ¿Sale ella por las noches, cuando estamos dormidos, para reunirse con él? ¿Siempre ha sido su espía?
¿O la he traicionado al decirle a V. que sé lo del pacto? ¿Es esta la recompensa por haberme guardado lealtad?
No puedo decírselo, no puedo romperle el corazón. Dunya, ¡mi leal Dunya! El strigoi ha ganado. Tú y yo estamos perdidas…
El dolor vuelve. No puedo escribir más. Dios, ayúdanos.