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No puedo desprenderme de vosotros,

antiguos amantes, dueños del alma mía,

ni de eso (eso, eso, eso) que me queda,

que todavía, al no tener otra ternura

que le dé nombre, llamo con el nombre

(si lo tiene) de alma, algo

que cuando me sacude, de pronto

sin saber de dónde viene,

digo con toda el alma.