XXV
OCASIONES PERDIDAS[145]

1

Entre tantos objetos perdidos, los hay

dolorosos, lo siguen siendo,

los irrecuperables. Aquel encuentro

que nunca fue. Tan a mano como lo tuve,

tan perseguido luego, cualquier tarde

en cualquier cuarto de cualquier colegio,

o tomando una cerveza en cualquier pub.

Cambridge en sus glorias, aunque no hubiera

sonado la primavera, ni apuntado (o sí?)

el primer crocus todavía y el tiempo fuera

infernal como suele, y Mrs. Thatchford

insistiera, oh el Reverend Cárter

y su hija Joyce y John, su novio, que luego

se enamoró perdidamente en Málaga

de mi mujer, menos mal que fue a parar

a las Bahamas.

Decía

que estuve a punto de encontrar,

en cualquier lugar del Cambridge aquel,

aunque lo impidió la habitual difidencia

de mi amigo Theo Redpath.

Era Mr. (o Professor!)

Wittgenstein, la persona que lo acompañaba

aquel día, en aquella calle de Cambridge?

—Professor Wittgenstein, no sabes?

Pero ésta no fue la única

ocasión perdida para el encuentro,

porque años después, muchos años,

no fue en Cambridge, sino aquí

en Madrid, y en un libro, donde tienen

siempre lugar los verdaderos encuentros,

un libro que también puede ser una calle

que te lleva en cualquier momento

al descubrimiento y la verdad,

a la ocasión perdida y encontrada.

Fue en su palabra

donde encontré definitivamente

a Mr. o Professor? Wittgenstein.

2

Cuántas veces ahora[146]

me viene a la memoria

el instante perdido para siempre.

Fue súplica tu palabra en el quicio?

Qué ceguera o sordera o muerte

dejó en el aire la súplica

para siempre?[147]