Y así como ésta me pasan muchas cosas,
vuelvo por algo al cuarto y se me olvida
a lo que vuelvo al cuarto, y me quedo pensando,
a qué habré venido al cuarto, Dios mío.
Tantas cosas como me estoy dejando que no encuentro,
y vuelvo al cuarto y no las encuentro,
y vuelvo buscando algo que está allí
y no encuentro, perdiendo y no encontrando,
no encontrándome.
Dónde andas?
Pensabas que tenías que hacer esto y lo otro,
y lo otro y lo de más allá. De más allá?
De más allá, hay más allá? me pregunto.
Y me responde un silencio y colijo
—colijo, colijes, colijamos, colijen—,
que efectivamente hay más allá,
porque[137] —ay, este porqué!—
si no hubiera más allá no habría silencio.
Luego colijo, colijamos, el silencio
es el más allá por el que me pregunto.