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Se han roto las nubes, y abajo

está una seca, arrugada y pobre masa de tierras erizadas

donde hondos vallecillos huyen de la aridez de los altos

y se adivinan veredas de cabras,

tránsito de muchas gentes, muchos años, que usan esta lengua,

de muchos corazones latidos por sangre como ésta.

En la lejanía se pierde la pobre tierra erizada

y desde la altura se vislumbra

algún río difícil que empuja sus aguas,

algún montoncillo de agrupados tejados a sus veras

y hazas quebradas con las distintas coyunturas,

amarilleando cereales y, erguidas,

ahora que se acerca el tiempo de la trilla,

o verdecidas ya las primaverales siembras.

Tierra de esta sangre y esta palabra

rodeada por mi corazón por todas partes,

arrugada expresión terrenal donde circula

mucha nostalgia y hermosura

y la honrosa servidumbre de la humana grandeza,

el destino hacia la semejanza para la que se nos designó en un principio.

Increíble y extraña,

pobre y fecunda,

arisca y entregada,

tierra de trashumancias en busca de la hierba,

tierra de pan candeal, de la granada y la aceituna:

para cantarte se me ha dado esta palabra que te expresa,

este lenguaje que resuena como un río empujado a la altura.