5

Sonaba el agua fresca del arroyo

y los veranos se quedaban en lo hondo

de la vega, y arriba, por la sierra,

tantos airecillos venían

con tantos olores, cuyos nombres

todavía nos refrescan el alma.

Y ahora, inevitablemente,

duramente, indiferentemente,

aquello es sólo niebla en la memoria,

tela para la araña del recuerdo,

colgada por un hilo que se afina

irremediablemente.