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Le gusta a uno la hermosura del campo,

ayer por ejemplo, con unos rompientes

de luces y sombras por los olivares,

con una luz que se colaba de pronto entre las nubes

y creaba el mundo.

Y Dios se paseaba por la tarde

y se veía que Dios andaba por la tarde

entretenido en ella,

iluminándola y oscureciéndola.

Había unas flores, muy pocas, en los albaricoqueros

y un juego de sombras y luces.

Se está bien solo, se camina por dentro,

se coge uno del brazo y se habla

de tantas cosas como con la gente.

No nos dejan decirnos.

La belleza anda suelta, desnuda y descalza.

Le decimos anda, ven, y no viene. O viene.