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LA VISTA SE VUELVE

Inevitablemente la vista se vuelve

atrás, y no quiere soltarse

de las amarras del pasado,

el aire de la inocencia, los pasos

por la calle, la premura

tras algo que esperaba denso

de promesas y de alcance.

Prístino todo —sólo

un alargar la mano— y al alcance.

Caballos espléndidos rompían,

nubes bellísimas colgaban,

vencejos locos nos reclamaban a sus vuelos;

suelta el agua en delicia, desbordaba

el gozo, y andar por el gozo a la delicia

era. Hermosuras libres, corredoras,

en éxtasis invitaban, alargándonos la mano.

Las calles iban anchas a la esperanza

y transeúnte la alegría por ellas.

Las campanas con su son al aire

convocaban a más dicha.

¿Dónde, ahora que siguen los vencejos y las aguas

y las nubes se cuelgan, está el hilo

sutil que las ataba a tanta dicha?

Aún el cuerpo sigue, y su presencia;

ávidos los ojos, en la forma

creen tocar aquello que al alcance estaba.