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ME DICEN QUE OS DIGA

Soy un poeta que tiene

la voz temblorosa, y no sabe

qué clase de luz se le viene a las manos,

y cómo disponerla, y decirles

a los demás la clase de luz

que se le viene de pronto, sin saberlo, a las manos.

No sabría deciros, si alguien

no estuviera por dentro diciendo:

“Di ahora: La luz tenía esta forma,

y una vez comenzado sigue siempre”.

No sé muy bien qué luz sea ésta;

no sabría deciros de la voz.

Soy un poeta a quien se le dice.

Escucho. Os hablo. Acaso me entendáis.

De esto que digo apenas sé la forma.

Siento una resonancia, pego el oído.

Se viene la palabra como un agua.

“Diles esto. No digas otra cosa.”

No es triste ni alegre. No es triste

ni alegre un poco de ceniza.

Es un poco de ceniza. Si lo vemos,

decimos: Es sólo un poco de ceniza.

Claro que no digo lo que tengo pensado,

porque tampoco lo sé muy bien. Me dicen

que os diga. Nunca dicen:

“Diles algo que entiendan”. Simplemente:

“Diles”, y a veces solamente

es como un poco de ceniza.

Como una chispa de luz que la ceniza

lleva olvidada, y otras veces

es un derramarse de algo como la tristeza

o la alegría.

No me llagáis responsable.

Más vale que paséis sin parar.

Uno es un poeta que ve de pronto una rendija

abierta a una luz indudable.