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TU OFICIO, POETA

Para que algo quede de este latir,

para que, si alguien quiere mirarse, pueda;

para calmar quizá alguna sed, y que alguien diga

“a mí me pasó algo semejante”.

Los poetas estamos para eso:

para ofrecerles tránsito a los demás,

para que se encaramen sobre nuestros latidos, y que divisen

un poco más allá, en medio

de tanta oscuridad como nos circunda.

A veces nada tiene sentido, ni siquiera

que me des la mano o ese

limón redondo tan bello en la vereda.

A veces lo que tiene sentido no tiene sangre,

ese poco de sangre por la cual se muere.

Todo es ganas de morir de otra manera,

ganas de imitar a los ríos y que la tierra vea

que hay otras aguas y otras penas, y los cielos

contemplen misericordiosamente

nuestras peregrinaciones.

Tu oficio, poeta, es contemplar,

que todo se te escriba dentro; luego,

quizá leer allí mismo, quizás decir a los otros

lo que allí mismo, escrito, tú lees.