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DIOS DEL ESTÍO

A Manuel Alvar, en recuerdo de
su visita veraniega hace tantos

Qué atroces tus veranos! ¡Cuánto estío,

y qué largo a tan breve primavera

para esta parva humana que en tu era

avientas al sabor de tu albedrío!

¡Y este calor tremendo, el ancho río

que tiene tierra y cielo por ribera,

y este secano en que se hunde entera

la raíz de tu amor, el pecho mío!

Barcinador celeste te imagino,

con tus enormes horcas barcinando

gavillas de sudor y de despojos.

Y en estos duros campos adivino

tus huellas que los pies me van quemando,

tu sequía a mi sed en los rastrojos.