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Está entre la hermosura. No se siente.

La hermosura la lleva aparejada.

La hace más hermosa estar dañada

y sentir su temblor tan brevemente.

No para de roer. Oscuramente

va por las dulces venas, engañada,

abriendo al corazón la bocanada

que segará la vida de repente.

Espanto pequeñísimo, enemigo

clavado en las entrañas de la vida,

diente oscuro y cruel en la belleza.

Gusano pertinaz, viejo testigo

que corta nuestra hora a su medida,

y que no acaba nunca cuando empieza.