A MI SOBRINA PEPA

Oh tú, sobrina Pepa,

sobrina de verdad de las espigas!,

en tanto que yo sepa

decirte a lo que obligas

—a rosa y a lucero,

a brisa y a cantar y compostura,

a dulce tarde, y fiero

despertar, y relente y calentura—,

mi voz sin abandono

cantándote estará sin desperdicio;

mi verso irá en tu abono

trenzando y destrenzando su ejercicio;

mi corazón parado,

mi verso sin candela ni instrumento;

¡oh Pepa!, tú has llegado,

y el aire se ha quedado sin aliento,

y sin su paso el río

alegre, y sin verdad y sin mentira

el mundo, ni albedrío;

la voluntad sin ira.

¡Oh Pepa, mi sobrina,

saltando por las cosas!

¡Oh Pepa, saltarina

de corazones y de rosas!

Ya no te sigue, Pepa,

mi verso. Lo has cansado. Más alada

que mi palabra vas. ¡Oh, que no quepa

sin ti ya nada!