CARTA A ALFONSO CANALES SOBRE EL LIBRO EL PUERTO [1979]

Te escribo, Alfonso para decirte

que tu libro llegó. ¿Llegar un puerto?

Desde este tren donde viajo, el navajazo del poniente

enternece los visos de las lomas

al encenderse, haciendo su juego

de sangre, el de la vida, por el cielo.

Pero era de tu libro, entreleído

entre la noche y el desvelo, llevado

de su mano, de lo que quería escribirte.

Alfonso, sabes muchas cosas, dices

muchas de ellas. Para leerte a estas alturas

(hablo, claro, de alturas de los años,

mejor descendimientos), hemos

de estar con los dardos dispuestos,

los lebreles alerta, no se nos vaya

aquélla, la esperada. Muchas son

tus sabidurías. Tu verso

es para la voz viva; así se me ha entregado,

o entregado alguno de sus sentidos. Vienen

lentamente los sentidos de la poesía.

La poesía (leo ahora) es una encarnación

que le da cuerpo a lo anterior, invisible

e inaudible, súbitamente revelado.

¿Retórica? Sin retórica, la palabra

se muere, ni hay letra que nos salve.

Ahora desenvaina el sol un rayo

para dejar al seis de marzo caer sobre los campos,

entre Andújar y Córdoba, donde el río

le da su espejo, que es el morir, una tarde

cualquiera. Decía que tu verso

es para dicho en alta y viva voz.

Esta mañana me amaneció escuchándolo.

Tras los años descubro (nunca es tarde)

que para leer tu verso

la voz es necesaria. Amanecí

leyéndote. Tardó tu libro

en llegar, ¡oh, la pereza de los envíos!

Llegó a punto a la cita del goce,

esta mañana misma, seis de marzo.

P. S. ¡Ah, se me olvidaba! ¿Cómo

se te ocurre eso de las distancias?

Dime si dentro del corazón existen.

Y, de aprender, sólo una cosa podría

enseñarte: perplejidad, que es donde habito.

Y ni siquiera.