MIGUEL[103]

Tú, mejor que nadie, a tus alturas,

sabes que no, Miguel, sabes que no.

Mientras mordiste el ajo vivo

y la almendra amarga y las collejas

y te agarraste a la esteva, y fue el silbido

tu palabra; mientras bañaste

en tus ojos la luz del campo, y no cubriste

sino con cáñamo tus pies, y acariciaste

tu libertad para ti mismo.

Mientras mordiste los ásperos limones

y el barro, Miguel, que era tu nombre, fue tu tierra,

y hablaste con silbidos los diálogos

de la tierra, la madre, fue en tus labios

fiel clavel de la tierra, la palabra.