ERES LA MISMA

Sí, eres la misma. Cuando considero

que nada pasa y todo, y es mentira

el espejo del tiempo en que se mira

la vida, encuentro que lo verdadero

es el brote interior, aquel venero

donde el hombre se halla y se retira

consigo y con su luz. En torno gira

el mundo, pero el hombre sigue entero.

Te tengo aquí. Las cosas no han cambiado.

Sigue la misma desazón gustosa,

el esperar de pronto inesperado.

Tus puertas son las mismas. Presurosa

sales si llamo. Llamo. Te he llamado.

Y la misma. Y lo mismo. Y más hermosa.

Ahora que cielo, vega, mar, collado[98]

entre nubes y viento han dividido

y los bueyes, el cuello al ubio uncido,

al campo van abriéndole el costado;

en busca de paz fija y sueño usado,

de calor cierta y de común latido,

mi corazón del pecho se me ha ido

y no lo tengo aquí, sino a tu lado.

¡Ay, si tu corazón le respondiera

con verdadera sed al agua suya

y agua a tu sed la mía fuera clara!

¡Qué quieto en tu memoria me estuviera,

y sin salir de la esperanza tuya,

la libertad qué lejos me llevara!