El silencio, por dentro. Yo llamaba[90].

Me preguntaban: “¿Quién?” Yo respondía.

Y era la misma paz[91] la que me abría

la puerta aquella que la paz guardaba.

Salía a recibirme cuando entraba

aquel olor que yo tan bien sabía,

y una voz, que estoy oyendo todavía,

mi nombre como ahora pronunciaba.

Y estaba todo dicho con el nombre

hablado con la voz, y pronunciado

en la dulce costumbre de la casa.

Vuelve a llamar el niño, y es el hombre

a quien la paz le dice su recado,

y una voz para siempre dice: “Pasa”.