III

Nunca como antes y siempre

como antes. Son los lugares mismos,

la mano misma que te escribe. ¿El agua misma

la que corría entonces? Estas luces

de finales de mayo, son las del mayo aquel,

cuando entre los granados me dijiste:

Te quiero como nunca. Yo te dije:

No me hables de nuncas que no existen

sino de siempres nuestros para siempre,

o quizá todavías que nos aguardan.