V

Rosa, Rosa te digo y nunca alcanzo

la hondura de tu nombre y sus reservas.

Rosa segunda que ahora te me abres,

ábreme tú el secreto, que yo vuelva

a escuchar tu palabra, que yo pueda

decirte, Rosa amiga.

Aquí, a la postre, vuelvo a hallarte.

Eres la misma y yo lo mismo. Sólo

que el paso tiembla y tu misterio

se hace más hondo. ¿Qué hacer, Rosa,

si tú no me lo descifras?