I

A José Hernández[79] por su rosa

Nunca segundas partes fueron, Rosa.

Y sin embargo, Rosa, lo que pasa

es que no hay segundas ni primeras.

Pregunta al corazón. Di qué [80] te dice.

¿No es acaso la sangre y el latido

la medida del tiempo? El Tiempo, Rosa,

que tú ignoras, tan bella, que te sigue

como un perro tenaz, que sólo espanta

tu aroma difundido. Y es bastante.