Adiós, José. Mi Rosa, ¿adiós? Acaso,
mejor callar. Adiós no es siempre irse,
mientras sigan creciendo primaveras,
y en los cauces más secos adelfares,
y en la memoria nombres que son rosas,
como tu nombre mismo. Llega un punto
en que vocablos, hombros, rosas, irse,
o quedarse da igual. Los hombres somos
medida sólo de un amor. El resto
sí que es morir, adiós, lo no existente.