XXXIV

Adiós, José. Mi Rosa, ¿adiós? Acaso,

mejor callar. Adiós no es siempre irse,

mientras sigan creciendo primaveras,

y en los cauces más secos adelfares,

y en la memoria nombres que son rosas,

como tu nombre mismo. Llega un punto

en que vocablos, hombros, rosas, irse,

o quedarse da igual. Los hombres somos

medida sólo de un amor. El resto

sí que es morir, adiós, lo no existente.