XXVIII

No morirá la rosa marchitada[77].

¿O morirá? Se trata sólo de eso.

El latido continuo y la esperanza

que nos sirve de sombra y esa angustia

que sigue como un muro largo, largo,

que sigue como un pozo, como un perro,

lo proclaman aleves. Sin embargo,

el corazón te seguirá en memoria,

una vez que marchita ya no huelas.

El corazón te seguirá llamando

con certeza de ti, seguirá oliendo

tu rastro hasta decir leve: mi Rosa.