No morirá la rosa marchitada[77].
¿O morirá? Se trata sólo de eso.
El latido continuo y la esperanza
que nos sirve de sombra y esa angustia
que sigue como un muro largo, largo,
que sigue como un pozo, como un perro,
lo proclaman aleves. Sin embargo,
el corazón te seguirá en memoria,
una vez que marchita ya no huelas.
El corazón te seguirá llamando
con certeza de ti, seguirá oliendo
tu rastro hasta decir leve: mi Rosa.