XVI

Rosa, sólo decirte fuera verso;

pero le temo a la poesía; me mata.

Prefiero declinarte: Rosa, ¿Rosae?

Y en seguida: mi Rosa, de mi Rosa.

Yo te miro. Me miras. Se deshace

al aire de alegría. Brincas, saltas.

Rosa, ¡qué hermosas tienes las mejillas!

Déjame, tengo hambre. Tú figúrate

que son membrillos, eres árbol, eres

un membrillo en el huerto. Yo paseo

por el huerto. Me paro en los membrillos,

y te alargo la mano y lo recojo.