XI

TE llamaras acaso Rosa, y fuera

más propio. Quizás prisa, quizás irse,

o simplemente huir entre mis brazos,

o quizás simplemente. Pero Rosa

es quedarse; tus hombros, son tus brazos

gordezuelos, tu cara y tus mejillas

como dos rosas, y que son dos puentes

que de la dicha llevan a la dicha.