II

Ella estaba en el campo. Y era alegre.

Tenía unos hoyuelos. Daba gloria

verla reírse. Daba risa, daba

pena verla pesar como en las manos

un agua deliciosamente fresca

y fugaz. Le dije: Oh Rosa, espera.

Me dijo: ¿Yo esperar? ¡Quién fuera Rosa

y se esperara! Dime que me quieres.

Para morir es pronto todavía.