Ella estaba en el campo. Y era alegre.
Tenía unos hoyuelos. Daba gloria
verla reírse. Daba risa, daba
pena verla pesar como en las manos
un agua deliciosamente fresca
y fugaz. Le dije: Oh Rosa, espera.
Me dijo: ¿Yo esperar? ¡Quién fuera Rosa
y se esperara! Dime que me quieres.
Para morir es pronto todavía.