Me la encontré de pronto. Dije: ¡Rosa![73],
¿por este corazón tú nuevamente?
Tú, la Rosa de siempre inesperada,
la dolorosa Rosa por quien vivo
espiando la hermosura, por si en ella
vas ignorada, vas como las nubes
o la belleza por la noche, mientras
nosotros en el sueño. Así, de pronto.
¿Cómo esperar de pronto que en setiembre
ocupado en las cosas de setiembre,
en esperar la lluvia, arar el campo
o fatigar el monte, tú vinieras
tan alegre diciendo: José mío,
¡si vieras qué hermosura de viaje!?