¿Horas, las horas? ¿Vilanos?
Para asir tanta hermosura,
¡quién diera a estos ojos manos!
Dame prisa, dame altura
para ver, para que labren,
como abejas, aquí dentro
tanta hermosura que abren
el alma para el encuentro
de tanto bello quehacer
como hay, de tanto hermoso
esperar, de tanto olivo
y de tanto desear
en lo vivo.
¿Y aquella grave señal,
aparición vegetal
a la que el tiempo no rinde,
ni la mano con hacha
mella? Encina, déjame ir
bajo tu sombra a morir
cuando floreces, que suelo
bajo tu sombra en el cielo
figurarme. A tus ramas
llegará la primavera
con sus mieles. Un momento
sobre tu falda dormido.
Perdido
entre las ramas y el viento.