SUEÑO ADENTRO

Hoy ya que sólo queda la sombra y el recuerdo,

la sombra de los árboles saliendo entre la brisa

de aquel jardín en donde las horas iban lentas,

como un cielo de noche, sin noche y sin orillas.

Hoy ya que sólo llevo tantos pozos a donde

si me asomo, contemplo las cosas que me miran,

la mano vieja, el tacto, la estancia grande y clara,

el silencio y la voz cantándome tranquila

mientras me voy perdiendo sueño adentro. En la calle

un silbido, unos pasos, un vuelo. No se olvida

lo que escriben los sueños en la sangre. Revive

por la noche y a veces nos hace por el día

tornar la cara. Llaman. Ay qué sombra, tu sombra

en las paredes blancas, tu falda fugitiva,

entornando postigos, dejándome embarcado

riberas de los sueños, aguas del sueño arriba.

Hoy que todo se hace transparente y tranquilo

como el mar cuando está muy cerca de la orilla,

y latido a latido el corazón devuelve

la ternura hecha sangre que parecía perdida.

Todo torna a lo mismo. ¿No son las sombras sabias

guardando los espejos, donde se vio algún día

aquella cara joven, aquella forma dulce,

aquel calor de ave en la mano? Prendida

de paso y para siempre clavado, para siempre

haciendo aquel instante. En lo hondo, a lo lejos

¿este cuarto, este instante tus ojos no veían?