Cansado de esperarte me eché a la mar. Brillaba

la mar con el sol fuerte. Los remos le rompían

las olas, o iba alegre. Cantaba el corazón.

Tu sombra entre las venas me pulsaba cautiva.

El corazón lo mismo que un potro. ¡Qué ancha era

la mar, el mundo! Daba contra la luz, la cara. Hería

la luz mis ojos. Era hermosa la mar y vivir por la mar,

y no temer e ir entrándole a la vida

como un río sin miedo, con árboles, tranquilo,

sintiendo poco a poco perderse las orillas.

¡Oh qué sueño! Sonaban los bosques interiores

De mil espejos raros. Tocaba maravillas.

Los pies siempre dispuestos y las manos a alzarse

y la sombra sin peso, sin sombra perseguida[49].