Yo ya sé que la tierra es cielo que pisamos,

Que poco a poco vamos quedándonos en ella.

Cuando acordamos nada va quedando en nosotros

en donde no haya puesto su dulzura la tierra.

Mientras tu hombro me ofrece mar tranquilo,

mientras tengo en tus ojos árboles donde vengan

tantas aves continuas que de los míos se escapan,

mientras esa ternura que tienes, esa tierra

valiente de tu carne donde crecen varones,

donde los ríos de amor caminan sin riberas,

mientras te tengo, al canto la voz entrego, digo

con la voz, con el alma, dónde tengo mi tierra.

Ay estrecho entre mares, brazo de río, cañada

de hermosura, mi herriza por la tarde, tremenda

herriza entre olivares, verdor entre barbechos,

entre veranos fuente, entre labios, ribera.

Desde ti parto a todo, a ti vuelvo de todo,

y todo me lo encuentro y todo me lo cuentan

las aguas infinitas, los granillos menudos,

y siento hacerse dulce el calor de la sierra

por la tarde. ¿No sigue? ¿Acaso existe amante

sin espejo? ¿La muerte? Por el río tan ligera,

parece que es su misma andadura, que el agua

cantando sin sentirla, en el correr la lleva.

Y es tan dulce sentirla, la caricia, la mano,

¡Tu mano! Nada tengo sin ti. Si tú supieras

qué honda en nuestra sangre es su planta que crece,

que nuestra sangre misma al correr alimenta.

Pero el mar. En tus brazos he recordado el mar.

El mar desde tus brazos siempre estuvo tan cerca!