Déjame, ¡ay!, cantártelo al oído,
¡oh frágil!, ¡oh preciosa!, ¡oh azucena
blanca en olor y en la color morena,
con más miel en lo dulce y más olvido
del generoso olor, y más latido
de sangre caudalosa por la vena,
más ganada y más mía y más serena,
y más me tienes más y más rendido!
Y más rendido, y mira la esperanza
y la paz tan sencilla y tan derecha
y tanta y tanta luz como amanece
y tanta libertad como se alcanza
en esta soledad que nos rececha,
y en medio de este amor que crece y crece.