XVI

Déjame, ¡ay!, cantártelo al oído,

¡oh frágil!, ¡oh preciosa!, ¡oh azucena

blanca en olor y en la color morena,

con más miel en lo dulce y más olvido

del generoso olor, y más latido

de sangre caudalosa por la vena,

más ganada y más mía y más serena,

y más me tienes más y más rendido!

Y más rendido, y mira la esperanza

y la paz tan sencilla y tan derecha

y tanta y tanta luz como amanece

y tanta libertad como se alcanza

en esta soledad que nos rececha,

y en medio de este amor que crece y crece.