Mira el florido almendro donde asoma
con febrero la hoja primeriza,
y juntarse en la piedra de la herriza
lirio sin fruto a olivo sin aroma.
Y en tanto que, preñado, se desploma
el cielo, en cubrial y en albariza,
la primavera con temblor avisa
su cercanía por cañada y loma.
Y mira el pegujal esperanzado,
y el bruto con el peso ennoblecido,
seguro de su vientre generoso.
Y mira el corazón ya sin cuidado
de aquella claridad que lo ha tenido,
abrirse como un mar a campo y gozo.