III

Ya me partí de ti, ya me he quedado

sin frente, claridad, mano ni sueño,

ya nada dice cuanto de risueño

hay en encina, lirio, arroyo y prado.

Tenía el corazón acostumbrado

a aquella libertad de un solo dueño,

y hoy lo tengo perdido en el empeño

de ser a un tiempo libre y olvidado.

¡Ay, enero, tan claro en los caminos,

donde con flores los almendros salen

y con paz se despiertan las mañanas!

¡Ay, riguroso enero en mis destinos,

donde flores de almendro no me valen,

ni la extendida paz de estas besanas!