IX

Qué morosa delicia hacerte en las ausencias!

Irte parte por parte pidiéndote a las cosas,

y que las cosas vengan a ofrecerte en su gozo.

¡Que vengan los olores de las rosas del mundo,

que vengan las alondras y las jaras sencillas,

que se apresure el río y el aire, figurando

que son cabellos tuyos y ligereza tuya;

que vengan los habares, que de tal modo fingen

que has andado por ellos, cuando su olor exhalan;

romeros y gayombas que a la dulzura abren

una puerta por donde se nos entran los sueños!

¡Que se apresure el mundo a traerte a mis ansias,

que traiga su mejor tributo a recrearte;

yo necesito darle a lo mejor del mundo

mi corazón, y entonces soñará que te tiene!

¡Ay, qué acoso de olivos ofreciendo sus ramas,

qué acoso de alcaceles ofreciendo sus tallos,

qué sencilla le llega al corazón la rosa

que las cosas le ofrecen porque moras en ellas!

Extrañadas a veces me han hallado las tardes;

la forma de hermosura que junto a mí veían

eras tú simplemente, descendida a mis sueños.

¡Qué trasplante de mundos con entornar los ojos

y verte recogida simplemente en mi alma,

sentirme aguas eternas por donde tú transitas,

empujada por vientos que van a la belleza!