VII

Vente a la luz y dame la esperanza perdida.

¿Adónde has caminado, que traes los cabellos

con nieve de otras ansias? ¡Ay, esperanza mía!

Contigo, en los primores de aquella primavera,

dejé mis sueños irse cantando por el mundo.

¡Qué grácil resonaba tu voz en las umbrías,

y en las noches qué fresco venía tu recuerdo

a rondar mi almohada y soltar su hilo claro,

lo mismo que un arroyo de delicia resuelta!

¡Cómo agrandaba el mundo pensar que te tenía!

Venida de la luz, soltabas las bandadas

de gacelas, de dichas por los sotos sin nadie.

Certera me guiabas por los duros secretos

donde ni el ojo ve, ni la lengua pregunta,

y sólo, salvadora, la planta del que ama

halla sendero fijo y luz a la ventura.