En esta clara tarde, en cuyo quicio

reclinado y cantando está el sosiego,

ha venido a tocarme con su fuego

y de entonces me tiene a su servicio.

¡Ay corazón, sin más ansia ni oficio

que latir en lo oscuro para luego

reposar en lo oscuro, y en lo ciego

encontrar la razón de tu ejercicio!

Igual que el mar contra la costa quiebra

una vez y otra vez, tú contra el muro

del pecho tu pujanza vas quebrando;

y lo mismo la costa lo celebra

con una blanca espuma, que en lo oscuro

está siempre secreta resonando.