Madre de la Victoria, monte, faro,
y luego sol sin noche, y luego día,
y luego siempre fuente y alegría,
y luego libertad, y luego raro
lirio de flor y fruto, y siempre claro
olivar y romero y compañía,
y siempre amiga voz y siempre guía,
y siempre justa paz y siempre amparo.
Apenas, Madre, sé cómo cantarte,
que en tu alabanza toda se desnuda
la tierra de rumor, aroma y verso,
y es inseguro y pobre todo arte,
y es vacilante, toda lengua muda,
y en tu comparación nada es diverso.