A UNAS AZUCENAS EN MI ALMOHADA

Oh, qué lámpara viva! ¡Qué candela

de candor y frescura en mi almohada!

¡Oh, qué mano en mi frente desusada!

¡Oh, qué ala del tiempo que no vuela!

Cuando me duermo, voy bajo la vela

de vuestro olor, derecho al alborada:

si despierto, al cuidado hallo montada

por la dulzura vuestra, centinela.

Mientras, fuera, llegados de los cielos

con sus últimos cantos aprendidos

a las ramas del chopo, ruiseñores

responden a desvelos con desvelos,

y con sus quejas dan a los oídos

lo que al alma vosotras con olores.