XX

Vamos a dar nuestra lección diaria.

La geografía la estudiaremos en tu cuerpo,

y la geometría en tus palabras.

Amor, pero no sé dónde estudiaremos aritmética,

desde que te oí decir que dos y dos eran cuatro,

que cuatro y cuatro eran ocho,

y así sucesivamente.

¿Cuándo aprendiste semejantes pamplinas?

Sin duda te castigaste a ti mismo

a sumar ordenadamente,

por haberte roto las piernas.

No me hables con números o palabras,

sino con gestos o brincos;

quiero ver y no oír,

quiero vivir y no recordar.

Amor, rompámosle a este buen viejo

todas sus plumas,

su pluma verde,

su pluma pajiza.

Si con las plumas volara o se reclinara,

romperíamos nuestras escopetas,

pero sólo le sirven para morderlas.

¿Y la lección de astronomía?

La astronomía es imposible estudiarla de noche;

no tenemos más observatorio que tu espalda,

y allí es difícil instalar los telescopios,

porque es resbaladiza como una pendiente de hielo,

extensa como un mapa,

surcada de ríos,

encrespada de montañas,

y a lo mejor con enormes océanos no descubiertos

tan salados como todo tu cuerpo.