XIX

Ya es hora de levantarse, amor, le dije.

Se te suelen pegar las sábanas,

y luego pasas el día entre bostezos.

¿Te sientes cansado?

¿Te encuentras viejo?

El corazón hace tiempo

que sólo sirve para inundarnos el pecho,

al repasar la lista de la lotería,

o al sufrir un examen.

Conviene reservarlo

para que no se estropee. Tenerlo engrasado y limpio,

apartado de nosotros cuando amemos,

sacarlo al sol de vez en cuando,

y encerrarlo bien de noche para que no se escape.

Es un mal bicho este bichito de nuestro pecho,

al que hay que educar desde pequeño

con sabias y prudentes máximas,

no darle demasiado dinero,

y enseñarlo a mirar con modestia.

A las mujeres las saludará

con una leve inclinación de cabeza,

sin mirarlas de frente,

por el peligro que supone

encontrase al volver a casa

encinas en vez de algarrobos,

en vez de gayombas pitas,

que en vez de pájaros cantan dulces serpientes en los árboles.