Ya te tengo aquí y no quiero más.
¿Qué más puede querer
quien tiene la boca llena,
las manos llenas,
los ojos llenos,
aunque tenga vacío el estante de los libros,
y un día, cuando quiera leer sobre el amor,
encuentre que no figura en los diccionarios de las nubes?
No os extrañe;
en este reino tan dilatado,
—en esta nubecilla nadie,
ni siquiera tú,
sabe escribir la palabra amor.
Esta palabra, cuando joven,
se creyó ligera
y, sin debida autorización de sus padres,
partió para países lejanos,
donde ha emblanquecido su cabeza,
y tose cuando habla,
y tropieza si anda,
y no puede saltar limpiamente,
ni resistir otra temperatura más alta
que la más alta cima de tu pecho.